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Qué pocos imaginábamos que después de unos meses convulsos nos plantaríamos en el parón de Navidad, a falta del partido del sábado en Valladolid, con tres victorias consecutivas y un empate. Villarreal, Levante, Ajax y Real Madrid.
Del partido contra el Real Madrid me quedo con la sensación de que hasta el minuto 94 teníamos el partido ganado. Y ese 1-0 debería haber sido el resultado porque si se descuentan 4 minutos no son 5 ni 6, y si no se tiene que sacar un córner pues no se saca. Una vez más, el equipo lo volvió a dar todo.
El partido de Amsterdam fue de infarto. No recuerdo tantos nervios ni en la final de Copa. El tramo final del partido se me hizo eterno y en más de una ocasión me vinieron a la cabeza esos minutos fatídicos de descuento. Cuando el árbitro pitó el final y estábamos en octavos de la Champions lo celebramos como si de un título se tratase. Y es que, aunque a algunos les cueste entenderlo, nosotros somos así. Cuando perdemos y las cosas no van bien sufrimos, pero salimos adelante juntos y cuando se gana, y más como se hizo contra el Ajax, lo celebramos a lo grande. ¡Qué noche la de aquel 10 de diciembre! Cuando acabó el partido volvieron a oírse por la ciudad las tracas que nos acompañan en las grandes ocasiones. Y volvieron a repetirse las lágrimas y los abrazos de las noches mágicas.
Lo escribí la semana pasada y me reafirmo, este equipo es una familia y esta unión es la mejor medicina para conseguir lo que nos propongamos. Si además añadimos que la afición está plenamente identificada con su equipo todo apunta a que nos esperan grandes momentos. Directiva y propiedad al margen, parece que hemos conseguido poner el rumbo acertado. En este club se siguen haciendo cosas mal, sigue habiendo muchos problemas por resolver, se nos sigue ignorando, pero cuando jugadores y afición caminan juntos llegan los resultados y, lo más importante, la ilusión se apodera de nosotros.
Gran parte de este éxito colectivo lo tiene Celades, ese tímido chaval que llegó con la difícil tarea de sustituir a Marcelino, nunca de hacerlo olvidar, y del que todos pensamos que era un nuevo capricho de quienes rigen el destino de este club. Pues en esto parece que acertaron y todo hay que decirlo. Su forma de ser y su forma de entender el fútbol nos ha ganado a todos, también a los jugadores. Siempre en sus declaraciones los pone en primer lugar y alaba su mérito y esfuerzo. En lo futbolístico, les deja más libertad para jugar, lo hacen con menos presión, y eso se nota en el campo. Se les ve disfrutar jugando y se gustan. Y nosotros lo agradecemos. Es verdad que lleva poco tiempo y ojalá no me equivoque. Feliz Navidad y nos vemos en Mestalla ya en 2020.
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