Urgente Tormentas de lluvia y granizo descargan sobre Valencia: Previsión de Aemet para las próximas horas

El domingo pasado el Valencia ganó en Balaídos. Llevaba una victoria en once partidos ligueros y, pese a ello, ganar le devolvió a la pelea ... por las plazas europeas de la Liga. Eso demuestra que ganar esta temporada es, para la mayoría, una auténtica odisea y le da más valor al triunfo ante el Celta. Pero no fue alegría lo que sentí a mi alrededor después. El debate, domingo y lunes, giró en torno al pobre juego del equipo y a la necesidad de hacerlo mejor para no estar ahora otros once partidos sin ganar. Y les confieso que no lo entendí muy bien.

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Es obvio que el Valencia de Bordalás debe mejorar su forma de atacar sin renunciar al equilibrio defensivo. Pero la realidad es que, desde que el Madrid pasara por Mestalla, el equipo entró en barrena hasta aquella noche del Betis en el Villamarín en la que el proyecto tocó fondo. Desde entonces, Bordalás decidió empezar de cero tratando de cerrar la sangría atrás como primer paso en la reconstrucción de su propio edificio; apareció el trivote (1-0 al Villarreal) y el Valencia no ha vuelto a perder: dos victorias y tres empates.

¿Jugando poco y gris? A ratos sí pero otros no tanto. Jugó un sólido partido defensa-ataque ante el líder en Anoeta, falló ante el Rayo que fue mejor en Mestalla y acertó más que el Celta en su visita a Balaídos. Pero es lo que pasa cuando uno está en fase de construir -o reconstruir- algo que no existe o que perdió; durante el proceso vives en el alambre de los altibajos.

Lim quiere silencio y genuflexión pero cada movimiento es un paso más hacia la puerta de salida

Por eso creo que hay que darle margen de confianza a un proceso que requiere tiempo, que se está llevando a cabo desde el no perder partidos, y que debe evolucionar hasta llegar a la mejoría en el juego. Pero, en esa escalera, primero había que dejar de perder, después cerrar la portería y por último mejorar la faceta ofensiva. Intentar hacerlo al revés es lo del Villamarín. No olviden aquella noche y el terraplén por el que bajaba el equipo en ese tramo de campeonato.

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Y hablando de reconstruir, les quiero recordar lo importante que puede llegar a ser la manifestación del próximo sábado. A Lim no le daña la imagen interna que da a los valencianistas, eso es ya más que evidente. Pero fíjense cómo se preocuparon en la Liga de intentar esconder la imagen que se mostraba al mundo con los 20.000 carteles de la semana pasada en el minuto 19. Había que proteger a Lim del mundo exterior.

Si Murthy se preocupó tanto de intentar que la protesta de las pancartas no diera la vuelta al mundo -tiene faena de aquí a la eternidad cada domingo en Mestalla- imagínense lo ocupado que debe estar con una manifestación que no puede controlar. Que no puede esconder. Que no puede parar. Se le viene encima a él -y sobre todo a su jefe- una imagen que recorrerá el mundo a través de las televisiones en España y que dará la vuelta al planeta por las RRSS: desde la BBC hasta el centro de Singapur. Ya se ocuparán muchos desde aquí de que la noticia llegue -con toda la fuerza de la imagen- a los diarios de Singapur y a sus vecinos orientales. A la vecina Inglaterra y sus altavoces mediáticos. Y eso sí daña a Lim. Demostrado está que el famoso honor y la imagen internacional sí afectan al magnate.

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No olviden eso cuando duden si es necesario llevar su sentimiento a la manifestación. Lim quiere silencio y genuflexión. En cambio, cada movimiento judicial es un espaldarazo del valencianismo. Cada manifestación es un empujón. Y cada empujoncito a la espalda de Lim es un pasito más hacia la puerta de salida.

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