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Mi obligación es llevarme bien con todo el mundo» aunque «no tengo que ser ni blando ni duro, sino eficaz». Antonio Garamendi no decepciona en la distancia corta. Resulta rápido, solvente y habilidoso en la oratoria y acompaña su voz de locutor de radio con ... una gestualidad controlada bajo una memoria prodigiosa, capaz de armar cualquier respuesta con un torrente de datos y argumentos. Empresario desde antes de nacer y con fama de niño bien criado entre lo más selecto del País Vasco, al presidente de la CEOE se le nota cómodo en el papel de hombre influyente. Por sus gustos, su biografía y su posición económica privilegiada no parece ser el tipo de persona dispuesta a dejarse marcar el paso ni de dar su brazo a torcer por cualquiera. El suyo es el discurso de la coherencia con lo que se es y se siente, sin complejos ni disonancias y sin necesidad alguna de complacer al «poder». Lo suyo es otra cosa. Para bien o para mal, es un empresario de cuna orgulloso de serlo y que domina el papel. Por muy dialogante, moderado, afable o sensato que sea -que lo es- no se lo pondrá fácil a ningún rival que tenga. Seguro que es un hueso duro de roer. Se le ve.
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