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El telegrama es siempre el mismo: «Remitan fondos». Pero cuantas más cosas se piden, más se niegan, porque la presión migratoria nos lleva la delantera y no hay recursos para todos aunque Pedro Sánchez proponga nuevas leyes, que sin duda mejoran a las anteriores, pero se parecen mucho a ellas, porque no sirven para que ceda la presión migratoria. Eso de «pedid y se os dará» omite decirnos por dónde, quizá para evitar una mala contestación. El Ejecutivo lo que pide son más recursos económicos para asistir a los recién llegados y a los que van a llegar de un momento a otro, si no se ahogan en el gran cementerio marino al que seguimos llamando Mediterráneo.
Mientras, han llegado a la vez el calor, la calor y las calores, para diferenciar sus tres modalidades: el calor que tuesta, el que cuece y el que asfixia. Siempre se nos olvida, de un verano para otro, que cuando decimos «qué calor hace» aumenta medio grado la temperatura y que si decimos «uf, que calorazo», sube la temperatura un grado justo. Así que lo mejor es no decir nada y aguantarse, mientras vuelve Puigdemont, que nunca se ha ido. Tiene a sus pies a Torra, que no ha cejado jamás en su empeño nacionalista, mientras Cataluña discute si es una nación o una nación de naciones o un manicomio donde mandan los que antes estaban recluidos. El llamado «problema catalán» ha crecido y ahora es el de todos los españoles que se resisten a parcelar la patria. El Tribunal Supremo ratifica la suspensión de don Carles como diputado, por atacar los llamados «principios democráticos» que cada día tienen menos defensores que tengan voz y voto. Por eso cada vez gritan más.
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