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Pedro Sánchez dirige el barco hacia una caca de mosca

UNA PICA EN FLANDES ·

Domingo, 27 de junio 2021, 02:20

El joven portavoz de la derecha en el Senado entró nervioso en el hotel Ritz. Unos días atrás había recibido la llamada del fundador de su partido. «Esteban, don Manuel al teléfono», le anunció su secretaria. ¡Fraga!, padre de la Constitución, presidente de Galicia, cañón giratorio de los ochenta... «Mi querido amigo, me gustaría conocerle y que me cuente qué ideas tiene para reformar el Senado, conque le espero a cenar mañana en mi hotel, no acepto excusas», escuchó decir a don Manuel comiéndose algunas sílabas, y luego colgó, efectivamente sin aguardar respuesta. Y ahí estaba él ahora, preguntando en el jardín del Ritz por la mesa del patrón. Era verano, hacía calor y la noche no acababa de caer. Fraga estrechó su mano sin levantarse, ordenó que sirvieran las tortillas a la francesa que había elegido por los dos y entregó al joven portavoz los últimos seis libros que tenía publicados. «Se los he dedicado mientras esperaba», le espetó. «Pero si he llegado diez minutos antes...», se excusó el joven. A lo que don Manuel respondió: «Pero yo me anticipé para cerciorarme de que usted no se me adelantaba, mi querido amigo, ofenderse por esperar es privilegio de jefe, y ya, sin más preámbulos, dígame cómo piensa convertir el Senado en verdadera Cámara territorial». El joven le trasladó la instrucción que tenía del presidente Aznar, aquello de que «la reforma del Congreso es un palo para el Gobierno, pero la reforma del Senado es un palo para el Estado», y que procuraría que el Senado ganase protagonismo sin tocar la Constitución. Al terminar ese monólogo pormenorizado y ansioso por agradar, Fraga, que entretanto había dado cuenta de su cena, le soltó: «Mi querido amigo, esto era un barco que se hundía en una tormenta, el capitán abrió un mapa ante la tripulación y señalando un punto minúsculo en el mar advirtió a todos que si eso era una isla estaban salvados, pero que si era una caca de mosca..., si era una caca de mosca estaban perdidos, lo que usted me ha contado es una caca de mosca, buenas noches». Se levantó y se marchó bamboleándose, dejando al querido amigo con cara de idiota, la tortilla intacta y seis libros dedicados sobre las rodillas.

Años después, cuando aquel joven, convertido hoy en político veterano de los que consideran que enfadarse por esperar es privilegio de jefe, ha visto el desprecio de los independentistas al generoso indulto y a Pedro Sánchez chapoteando en una piscina de cursiladas, se ha acordado de aquella cena y ha pensado: esto sí es una caca de mosca, ¿eh, don Manuel?, una caca de moscardón. Pobre España.

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