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Los amigos independentistas del presidente Sánchez están de uñas. Había prometido escucharles y, pese a que tiene fama de faltar a la verdad, al parecer ... ha cumplido. Nada menos que sesenta personas del círculo independentistas han sido escuchadas ¿El problema? Esperaban sentarse en el Palau de la Generalitat, cara a cara frente al estado español, y habrían sido escuchados a distancia y a traición, por medio del potente programa de espionaje Pegasus, capaz de infiltrarse en los móviles sin dejar huella. Qué ironía. Pese a que no hay pruebas concluyentes de la autoría, Pere Aragonés atribuye al gobierno español el espionaje, y, con el apoyo de UP, ha pedido explicaciones. Los socios, empezando por Echenique, una vez más a la deriva. Sánchez no da tregua. El diario The New York Times, que ha hecho público el caso, lleva años informando sobre los peligros de Pegasus. Creado por empresas israelíes, ha cumplido nobles misiones como ayudar a capturar narcotraficantes, pero también innobles. Solo los gobiernos tienen acceso a este programa de inteligencia.
El caso de espionaje, que tiene soliviantados a los líderes del 'procés', no ha calado a nivel social. Quizá porque a los ciudadanos les preocupa más el bolsillo que el pinganillo -cosas de estar sometidos a una inflación cercana al 10%-. No solo eso: es difícil prestar atención a otra cosa que no sean las terroríficas imágenes de cuerpos mutilados y sepulturas masivas que llegan semana a semana de Ucrania. El 'Catalán Gate' no tendrá recorrido político: ¿con quién va a pactar Aragonés? Sin pruebas, tampoco posibilidades en el ámbito judicial, aunque Puigdemont anuncia pleito. La ministra Robles, que no confirma ni desmiente, ha dado a entender que, de haber espiado, se habría actuado de acuerdo con la ley.
¿Tengo a Pegasus infiltrado en el móvil? No, no se preocupe. Nadie le espía, no interesamos tanto. Es más fácil que sea víctima de la ciberdelincuencia a través de redes sociales o por correo electrónico. En general, la vigilancia va dirigida a perfiles muy concretos como activistas o periodistas. No por eso podemos desentendernos ni ignorar las cuestiones relacionadas con la ciberseguridad. Como ciudadanos, por protección y por el derecho a saber. Pero también por el impacto que tienen tanto la ciber-vigilancia como la ciberdelincuencia en la seguridad nacional. La solución en el entorno tecnológico actual, ante el terrorismo internacional y la ciberdelincuencia, no es prohibir Pegasus, que puede ser replicado, sino poner límites al uso de este tipo de programas y garantizar la legalidad de las actuaciones.
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