Cada uno es libre de enamorarse, desenamorarse, dar rienda suelta a los sentimientos, empezar una nueva vida y hacer caso a su 'yo interno'. Faltaría ... más. Pero el despelleje que está alcanzando el asunto Piqué-Shakira roza lo grotesco. Sobre todo con los hijos de por medio. Y aquí creo que, aunque fue la de Barranquilla la que tiró la primera piedra (pedrada casi mejor) con su atronadora canción, es el culé el que más está desvariando en el asunto de los menores implicados en la reyerta. Once añitos tiene Milan Piqué. Nueve el pequeño, Sasha. Una edad para no estar expuesto mediáticamente ninguno de los dos. Vale que son hijos de una de las cantantes más famosas del planeta y de uno de los futbolistas (ex) más polémicos de la Liga española. Pero hace unos días, antes del 'shakirazo', ya aluciné al ver al crío de 11 años charlando en uno de los directos de Twitch que hacen su padre y los 'streamers' de su sarao de la 'Kings League' (la liga de fútbol 7 que se han montado con penaltis desde medio campo y futbolistas enmascarados). Allí estaba el chaval, entre bromas de sexo de los demás, tacos, comentarios de adultos y exhibido ante los millones de 'followers' que suelen contemplar sus andanzas. Hablando micro en mano como un famosete más. Con once años. Un monstruo en ciernes.
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En ese mismo plató, ayer también estaba el chaval. Sentado al ladito del cachondo de su padre cuando Piqué se puso a hacer bromas en directo mientras escuchaba la canción de su ex. Riendo mientras la letra iba repartiendo estopa entre el futbolista, su madre, la actual pareja de Piqué... O lo que es lo mismo: mamá, papá, la abuela y la novia de papá, a navajazos ante la inocente personalidad de un niño de once años. Aunque la primera que no ha medido bien es la propia Shakira. O le ha importado un pimiento, que no sé qué es peor. No me quiero imaginar, con el impacto que ha tenido en todo el planeta la canción, el batacazo emocional que el fangueo exhibicionista de sus padres estará teniendo para dos niños de tan corta edad. El martilleo que los dos estarán sufriendo en las aulas. A los focos de la diseccionadora crueldad de los niños. La insensibilidad en la que estarán creciendo. Tomando como modelos a dos personas que sólo piensan en facturar y no en las personas que les rodean.
Al final es todo un poco lo mismo: el puñetero plato en que se está convirtiendo la vida. En redes sociales y televisiones. Con la cultura de la isla de los famosos jodidos (y jodiendo) o la dictadura de los bailecitos de TikTok. Si es que hasta Ribó lo tiene... Aunque por ahora no baila, gracias a Dios. Bromitas sí que hace. Igual después de elecciones se le olvida un poco el perfil, quien sabe... Todo se ha vuelto tremendamente frívolo. Individualista.
Vive y deja vivir, que sostiene el dicho. Cierto. Pero a Milan y a Sasha nadie les ha preguntado cómo quieren vivirla. Si quieren asistir en la tele global del mundo a las dentelladas que papá y mamá se atizan de manera descarnada. Porque nadie escapa a eso hoy en día. El viernes, camino del colegio de mis hijos, una niña que no tendría más de ocho año andaba de la mano de su madre. Y entonaba aquello de 'pa tipos como tuuuuu, uuuuuhh'. Elegir es lícito. Cambiar, un derecho. Sentir, un privilegio. Vengarse, una elección. Pero pisotear a los que te rodean para cualquiera de esas cosas es una triste cualidad de la condición humana. Entre los animales pocas veces pasa.
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