Urgente La Complutense aparta como profesor a Monedero hasta aclarar la denuncia por acoso sexual

A fuerza de hablar del 'procés' o golpe de Estado organizado por las élites independentistas catalanas para amputar Cataluña del resto de España, el vocablo se había descafeinado en el habla cotidiana. En ocasiones hasta rebajarlo a la categoría de chanza.

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Ha bastado la retransmisión en directo del juicio por TV2 -desde el Tribunal Supremo- para tomar conciencia real de la peligrosidad y la compleja y avanzada organización de este 'pustch' o golpe de Estado fraguado en las mismas entrañas de la Generalitat Catalana.

Hay que afirmar, primeramente, que la retransmisión de las sesiones del juicio, donde los acusados se enfrentan a los presuntos delitos de rebelión, sedición, malversación, organización criminal o desobediencia, llevan aparejados penas de prisión de hasta 24 años.

Indudablemente -hasta el momento- es el mejor programa de televisión. Nunca habíamos presenciado la retransmisión de un proceso criminal de esta envergadura en ninguna televisión española. De todos modos, y debido a la incultura reinante, seguro que su 'share' no iguala a los programas de 'petardas', 'petardos' y morbo.

Sigo todas las audiencias públicas -mañana y tarde- y he podido constatar varios asuntos, reacciones y argucias de los abogados independentistas. Todo comenzó con la arengas de los principales encausados (Oriol Junqueras, los dos 'Jordis', Carme Forcadell o Joaquim Forn). Fueron unas sesiones en que tanto los procesados como sus defensas inundaron la Sala I del Tribunal Supremo con su fanatismo secesionista. Sólo les faltaba Messi. Y Guardiola, centrándoles los balones. La verborrea nacionalista producía 'fàstic' (asco), palabra muy utilizada en su extensa obra literaria por Josep Pla, catalán de Palafrugell y antinacionalista. El gracioso de los 'Jordis' -Jordi Cuixart- les guiñaba el ojo a sus abogados y a los reos de banquillo.

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A medida que avanzaba el juicio y se personaban nuevos testigos, las sonrisas cómplices, la euforia mal disimulada de los letrados secesionistas y el relajamiento de los presidiarios, se tornó en el bolero 'Desolación'. Lo empezaron a tararear dos o tres reos: «Estoy desolado, destrozado, / triste, tú lo sabes, por eso bebo, lloro, camino solo por el Tribunal Supremo, / sin rumbo fijo, confío en mi corazón pidiéndole a / Puigdemont se apiade de mí, y me quite de encima esta terrible desolación». (Julio Jaramillo, arreglos, A.V.).

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¿Qué había sucedido para pasar del optimismo a la desolación. Pues los contundentes testimonios del coronel Pérez de los Cobos; el breve y preciso de José Antonio Nieto, ex secretario de Estado de Seguridad; la sorprendente y sibilina denuncia del 'mozo' Trapero (la emprendió contra Puigdemont y su jefe político, el consejero Joaquim Forn).

Pero el momento más dramático e intenso lo protagonizó la secretaria judicial encargada del registro en la Consejería de Economía. Taponada la salida por grupos de independentistas violentos, tuvo que escapar por la azotea saltando una pared de un metro de altura. Su relato fue veraz, escalofriante. La sala enmudeció. «Tuve miedo», confesó. Porque además portaba con ella el material incautado. Los testimonios de los guardias civiles de 'a pie' aportaron más veracidad al conjunto.

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Si el 28 de abril todavía hay tontos e irresponsables que voten al cantamañanas Pedro Sánchez volveremos a 1934. «Votar para seguir fragmentando y bloqueando el Congreso será un error, y lo pagaremos todos» (Bieito Rubido). España está en un momento gravísimo.

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