Secciones
Servicios
Destacamos
El otro día fui a ver 'Joker' y por eso quiero hablar... de la Guerra Civil. Hacía mucho tiempo que no veía una película con un argumento para adultos y se agradece. No está siendo corriente encontrar una película que vaya más allá de cuatro personajes más o menos atractivos y un par de giros para no adivinar el final a los 20 minutos.
La que protagoniza Joaquin Phoenix le debe más a 'Taxi driver' que a toda la saga de caballeros oscuros y hombres en mallas con espíritu vengador. Es más, las referencias canónicas a Batman con callejones oscuros, papá Wayne, mamá Wayne y pin pan pun, lo que hacen es estorbar en la historia de un pobre desgraciado que intenta encajar en el mundo.
Solo, con una madre senil, cruza la frontera de la enfermedad mental, sufre los efectos de los recortes en ayudas sociales y se ve abandonado a su suerte en un Gotham sucio y cruel que recuerda a la América de los años 70 de 'Cowboys de medianoche' o al thriller de psicópatas, solo que visto desde el lado torturado y aterrador del asesino.
Sufres con él, sientes vértigo ante sus desvaríos y descubres el monstruo que alimenta y que termina por ocultar bajo el maquillaje para un estallido final en el que lamentas que la película recupere el estereotipo del carcajeante villano del que estás a salvo de empatizar y comprender.
Recordaba el historiador José Varela Ortega, nieto de Ortega y Gasset fruto de la genética y catedrático de Historia en la Universidad de Santiago de Compostela por sus propios méritos, como la simplificación al acercarse a las cosas que sucedieron puede llegar a hacerlas comprensibles, amoldadas a nuestro gusto, hasta generar un mundo paralelo que nada tiene que ver con la realidad.
Varela Ortega citaba al filósofo Ludwig Wittgenstein al advertir de que los estereotipos son una forma «primitiva de razonar» y Walter Lippmann apuntaba que son «una economía de pensamiento», un pensamiento de rebajas. Cuando esos estereotipos llevan capa o batmóvil pueden ser un éxito en taquilla, pero cuando se aplican a guapos milicianos con barba de tres días y marciales falangistas arremangados para salvar España, volvemos a «los hunos contra los hotros», que decía Unamuno.
Se olvida cómo el sueño de una Segunda República democrática, liberal y próspera saltó por los aires en 1933 por la metástasis de la crisis económica que detonó en 1929 y a la que parecían inmunes la URSS y la Italia fascista. Esto explica porque muchos intelectuales, políticos y gente de la calle abrazaron opciones radicales o fueran arrastrados a ellas, huyendo de quienes les buscaban para matarles. Pero, claro, es más fácil pintarse la cara de payaso Augusto y tocar la bocina.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.