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Directo Sigue el minuto a minuto del superdomingo fallero

Una pequeña vida. Un gran país

De esta semana de incertidumbre ha emergido ya la certeza de que somos capaces de derrochar fuerza y talento, valor y constancia, improvisación y experiencia

CARLOS FLORES JUBERÍAS

Miércoles, 23 de enero 2019, 08:07

En los últimos siete días, una empresa de Murcia ha fabricado a contrarreloj los tubos con los que se asegurará el túnel por el que unos mineros llegados de Asturias tratarán de deslizarse -a bordo de una cesta fabricada por otra empresa, esta vez malagueña- hasta donde se supone que se halla atrapado el pequeño Julen, literalmente engullido por la tierra en su pequeño pueblo de Totalán. Y mientras eso sucedía, otros enviaban sus tuneladoras para perforar la dura roca; o ponían a sus camiones a trabajar a destajo para sacar el material apartado por las excavadoras; o ponían a disposición de los equipos de rescate sus cámaras de fibra óptica para poder saber a cada instante qué es lo que estaba sucediendo allá abajo; y todos ellos calmaban el apetito y distraían la ansiedad con los pucheros y el café desinteresadamente preparados por las mujeres de Totalán, servidos en el local parroquial del pueblo.

Cuando escribo estas líneas -martes tarde- aún es imposible saber si todo ese descomunal esfuerzo logístico habrá servido o no para salvar la vida del pequeño Julen; una incógnita de la que depende la vida de un muchacho, la de una familia, y la de todo un pueblo. Pero aun en el peor de los escenarios -el de que los integrantes de la Brigada de Salvamento Minero se encuentren con lo que nadie se atreve ni siquiera a pensar- de esta trágica historia y de esta semana de incertidumbre ha emergido ya una certeza que nunca deberíamos perder de vista: la de que somos un gran país.

Somos un país capaz de movilizar -y aun de derrochar- fuerza y talento, valor y constancia, improvisación y experiencia; de aunar esfuerzos de gente que nunca antes se había conocido para embarcarlos en una misma empresa, y de conseguir de este modo cosas increíbles donde otros se habrían encogido de hombros y se habrían dado media vuelta. Somos un país capaz de defender lo nuestro con uñas y dientes, para al día siguiente firmar un cheque en blanco solo porque una buena causa lo requiere. Somos un país capaz de volcarse en la ayuda a un pequeño cuyo nombre completo ni siquiera recordamos, y de mantenerse en vilo durante días, hasta saber cual sea el desenlace de su tragedia. Pero, sobre todo, somos un país que lleva grabado a fuego en su identidad como pueblo que nada hay más sagrado que la vida humana, en cuya defensa no caben ni las dudas metódicas, ni los cálculos probabilísticos, ni las evaluaciones de coste-beneficio, ni mucho menos las posturas acomodaticias o cobardes.

Si mañana miércoles -Dios lo quiera- hay milagro en Totalán, yo tengo bien claro que éste solo será el segundo de esta interminable semana: el primero, qué duda cabe, es el de habernos vuelto a poner delante de los ojos que somos un gran país. Cuando tenemos un buen motivo para serlo, claro está.

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