Estos días de descanso cada uno los aprovecha como puede. Y los vive a su manera. Está claro que es una oportunidad estupenda para viajar ... y hacer turismo aunque las cosas no están para muchas alegrías la verdad. Como se suele decir no tenemos el cuerpo de jota aunque hoy estrenemos vida sin mascarillas. Así que tras descartar grandes lujos conviene que encontremos el placer en esas pequeñas cosas como decía Serrat.
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Y es que Semana Santa es perfecta para eso. Es momento de tradiciones comunes de esas que irremediablemente intentamos repetir cada año porque nos hacen recordar quienes somos y, en buena medida, de dónde venimos. Costumbres comunes heredadas a las que intentamos de algún modo dar continuidad en nuestros hijos al hacernos mayores incluso aquellas que hemos descreído cuando éramos jóvenes. Volar cachirulos, participar en los oficios, hacer monas, ir a procesiones, jugar a las cartas, ayunar, hacer excursiones, coger la bicicleta, volver al pueblo, comprar longanizas de pascua o cocinar garbanzos con bacalao y hacer barbacoas. Reencontrarte con amigos. Salir a caminar. Porque la vida consiste también en eso. Y en inventar otras nuevas para los que vienen detrás. Vivencias de ida y vuelta.
Planes sencillos como ver 'Rey de Reyes' de Nicholas Ray se convierten en planes perfectos. Y alucinas si piensas que esta película se grabó íntegramente en España en 1961 con cientos de actores secundarios en una mítica superproducción americana. Y aunque se hace larga la vives con la tranquilidad que merecen las buenas siestas porque sabes bien el final. Como cuando pillas una de esas películas alemanas que compramos a Angela Merkel y que son sonido de fondo del descanso dominical. Pues así.
Porque Semana Santa es también tardear viendo 'La Historia más grande jamás contada', 'La túnica sagrada' o 'La vida de Brian'. Coincidirán conmigo que encontrarte con cualquiera de estas películas zapeando una tarde del mes de julio no resulta tan atractivo como cuando te las encuentras ahora. Eso sí, conviene enfrentarte a ellas dosificando su ingesta porque se corre cierto peligro de acabar vestido con túnica y sandalias el resto de la Semana Santa. Así como si nada.
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Y es que todo buen momento tiene su película perfecta. Los días de descanso, las vacaciones y hasta los estados de ánimo tienen su cartelera indicada. Como 'Qué Bello es Vivir' es mejor verla en Navidad o 'Tal como éramos' en el día que estás del revés. Pues igual.
En casa esto de las pelis es como una tradición sacada de la estantería de costumbres de la abuela Pilar que además mantenemos con cierto empeño y algo de juerga general. ¡Y comernos sus torrijas! Haciendo familia para que algunas cosas permanezcan pese al paso del tiempo aunque, para qué negarlo, lograrlo es toda una odisea porque Caifás, Barrabás o Judas Iscariote compiten con demasiadas pantallas. Y, claro, en algunos momentos pierden. Aún así, vale la pena hacerse fuertes para mantener esas pocas costumbres que nos identifican.
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