Hago esta pregunta a los hombres. ¿Qué está pasando? ¿Qué os está pasando a los hombres que estamos retrocediendo a la cultura de la violación ... que creíamos desterrada». Toda una delegada del Gobierno, la representante de España en la Comunitat, la señora Gloria Calero, ha sido la autora de tal ignonimia después de la supuesta violación cometida por unos adolescentes sobre dos chicas en Burjassot. Y todo ello pese a hablar de menores, con la prudencia añadida que ello debería conllevar. Señora Calero, perdóneme por ser hombre, eso vaya en primer lugar. Disculpe mi género. Soy hombre, cierto. Tengo 46 años. Estoy casado. Tengo dos hijos. Una sobrina. Y nunca he violado a nadie. ¿Qué es eso de la 'cultura de la violación' que usted atribuye a todos los hombres? ¿Por qué no hizo el sencillo ejercicio de colocar un 'algunos' delante de hombres para no crucificar de esa manera a todo el género masculino? ¿Por qué no ha rectificado usted aún semejante barbaridad de generalización?
Señora Calero, ahí le van unas cifras para que vea usted lo rematadamente injusta que está siendo con lo de '¿qué os está pasando a los hombres con la cultura de la violación?'. En la Comunitat hay 2.484.523 hombres, según el Instituto Nacional de Estadística. ¿Sabe usted cuántas condenas hay al año de hombres por delitos sexuales? 386 en 2020, el último dato completo que registra el INE. Eso significa que 'violan' un 0,01% de los hombres. En total, un millar de detenidos por delitos contra la libertad sexual. Una ínfima proporción frente a los 2,4 millones de hombres entre los que, usted perdone de nuevo, señora delegada, me encuentro yo.
Por supuesto que los delitos sexuales tienden alarmantemente a más. Claro que es terrible el número de adolescentes que cada año acaban investigados por abusos, violaciones y un sinfín de barbaridades, como bien se constata en las páginas que abren hoy este ejemplar de Las Provincias. Pero la solución no es lanzar un mensaje de criminalización de todos los hombres. De polarización de la cuestión, señora Calero. Mano dura con los violadores. Toda la del mundo. Educación para corregir esos desmanes en los hogares, las escuelas y los centros de trabajo. En todos sitios y siempre. Pero los enemigos no son los hombres, delegada. Y a un cargo como el suyo se le debe exigir más prudencia y equidad y menos política de pandereta.
Imaginen a un delegado del Gobierno que soltara un comentario así tras un caso relacionado: «¿Qué os está pasando a las mujeres con el tema de las denuncias falsas por maltrato? ¿Por qué habéis vuelto a la cultura de la simulación?». Tal comentario rastrero, incierto, infame, troglodita, machista e injusto, sin duda conllevaría una rectificación del cargo público que pronunciara tal barbaridad. Arreciarían las críticas públicas, y con toda la razón. Hasta tal punto que posiblemente se produciría la renuncia o destitución del delegado del Gobierno. En el caso de la señora Calero, ni rectificación, ni matización ni disculpa que valga. Porque las denuncias falsas en violencia de género, que existen, suponen una nimiedad: 0,007 % del millón y medio de actuaciones por maltrato en la última década, según cifras estatales. Tan injusto es generalizar sobre la manipulación de una ínfima parte de las denuncias por violencia de género (haciendo un flaco favor a la lucha contra esta lacra) como hablar de los hombres como violadores cuando sólo un 0,01% comete ese delito. Respete a la mitad de la población, señora Calero. Rectifique. Y perdón por ser hombre.
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