Hay palabras que generan discusiones. Éxito es una de ellas. También una de las que más se abusa y se emplea casi de cualquier modo y para cualquier cuestión. Lo mismo sirve para calificar al fármaco que frena la metástasis del cáncer de mama y ... que ha sido fruto del trabajo de los investigadores del hospital Vall d'Hebron que para hablar de lo que ha conseguido Georgina Rodríguez después de casarse con Cristiano Ronaldo. El éxito, por lo visto, no discrimina. Y nosotros para referirnos a él tampoco.
Publicidad
La percepción del éxito cambia a medida que se cumplen años y se acumulan experiencias. Digamos que las expectativas en torno a él disminuyen por el bien de nuestra salud mental.
El éxito tiene difícil definición, al menos cuesta encontrar acuerdos respecto a lo que es. Posiblemente porque en él influyen variables que no siempre casan bien. La RAE lo despacha con un simple «resultado feliz de un negocio». Una descripción poco ambiciosa. Y peligrosa, por lo de mezclar éxito y felicidad, que no siempre van de la mano. Cuántas de esas que llamamos figuras de éxito han terminado mostrando la amargura con la que vivían. Intérpretes, deportistas o líderes de empresas relatan cada cierto tiempo los sinsabores a los que se enfrentaron mientras tenían el cartel del éxito, como un luminoso, colgando en la cara. Y a nosotros esas confesiones nos pillan a menudo persiguiendo el éxito.
Porque nos educan -y educamos- con él como meta para todo lo que hacemos y decidimos: elegir una carrera que nos conduzca al éxito, emprender un proyecto que sea un éxito, trabajar hasta conseguir el éxito. Como si no fuese suficiente el hecho de tener que hacer todo esto simplemente para sobrevivir, para que encima haya que hacerlo además de manera exitosa. Y si no no es válido. O por lo menos no se valora del mismo modo.
Al éxito habría que darle tiempo para considerarlo como tal. Preocuparse en tomar la distancia y la perspectiva suficiente como para certificar que aquello que has hecho efectivamente se puede considerar algo exitoso, si es que logramos aclararnos de una vez con lo que significa el éxito.
Publicidad
Supongo, volviendo a la actualidad que convoca estas páginas de Opinión, que la trayectoria profesional de Pablo Casado se podría considerar de éxito, teniendo en cuenta que ha ocupado puestos políticos de responsabilidad y ha llegado a ser presidente de su propio partido, uno de los dos más importantes de España. Pero después de verlo esta semana lamentando cómo le habían tratado y el modo en que se ha despedido de su cargo cuesta creer que alguien desee algo así.
El verdadero éxito, por tanto, debería ser pasar del éxito. Y no perder ni un minuto en entenderlo ni mucho menos en poseerlo. Voy a recordar todo esto por si algún día el éxito se acuerda de mí y se le ocurre tocar mi puerta.
Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.