He aquí la historia de un pícaro, como la vida y milagros de aquel Buscón llamado Don Pablos, con permiso de F.Q.V: «Yo señora, soy de Vallecas; mi padre (Marx lo tenga siempre presente) tal como dicen de oficio agente de inspección, aunque eran tan altos sus pensamientos que se corría de que lo llamasen así, diciendo que él era tundidor de fascistas y sastre de futuros revolucionarios»... «Y fui señora a la escuela de la universidad; recibióme el maestro Monedero muy alegre, diciéndome que tenía cara de hombre agudo y de buen entendimiento»... «Haz como vieres dice el refrán y dice bien. Y de puro considerar en él, vine a resolverme de ser bellaco con los bellacos de la casta, y más, si pudiese, que todos. No sé si salí con ello, pero yo aseguro a usted que hice todas las diligencias posibles».
Publicidad
Y de todas aquellas diligencias, nuestro nuevo pícaro Don Pablos sale con un chalé de casi trescientos metros cuadrados, piscinón, casita de invitados y una finca o parcela de más de dos mil metros cuadrados en lo mejor de la sierra de Madrid. Guadarrama, nada menos, con Ortega, los carcamales del 98, El Escorial, Felipe II, Franco y el Valle de los Caídos como lindes físicas y psicológicas (también Azaña, igual de ajeno e irritante para nuestro protagonista). Si ahora que sabemos esto, volviéramos cuatro años atrás, justo a las semanas posteriores a que la muchachada de Podemos diera el campanazo en las elecciones europeas (donde obtuvieron cinco eurodiputados saliendo de la nada del 15M), uno que ya lo había visto todo en política nos dijo como remate de una cena de viernes: «no os engañéis, estos son unos pillos, han visto su momento y se van a poner las botas». Alguien debió añadir a continuación, «en España no vamos a salir nunca del patio de Monipodio».
Paremos aquí lo de escribir a cuenta de terceros, por no parecer pícaro de letras ajenas. Lo confesaremos. Me gusta mucho el chalé de Pablo Iglesias e Irene Montero. Si viviera en Madrid y tuviera tantos posibles, me encantaría tener una casa allí y así, con menos ornamentación y menos postizos góticocampestres en los remates, pero igual en lo fundamental. Pero en mi caso resulta normal que me agrade el chalé unifamiliar, porque soy un burgués, o más bien un advenedizo de burgués, un periodista, uno con aspiraciones, nada más, lo habitual entre tantos españoles de ahora y de siempre. Lo que aquí no cuadra es que Pablo Iglesias era un comunista ortodoxo cuyo objetivo vital era atacar al sistema burgués y a sus integrantes, en fondo y forma, en lo principal y en lo accesorio, por eso durante estos años ha soltado tantas invectivas y descalificaciones personales. Era comunista Pablo Iglesias hasta que el sistema burgués le ha concedido opciones, alternativas, como la de sentirse también algo burgués con casa hipotecada a cambio de dejar de ser comunista por entero, e incluso a cambio de poder dejar de ser residente en Vallecas, cuyo icono proletario manoseó para su promoción política (la cocina más difundida en la historia de la televisión española) hasta que ha descubierto que por lo visto no era tan buen sitio como él pensaba para que le crezcan los mellizos que le vienen de camino.
Han resultado ser tan burgueses Pablo Iglesias y su compañera de parlamento Irene Montero que imitan los peores vicios de clase. El burgués de siempre, el burgués planiano, el comerciante, el propietario rural, el médico, el catedrático, era un señor que llevaba una vida familiar recogida, apartaba algo para la educación de la prole y las obras de caridad y en esencia ahorraba. Ahorraba una barbaridad y no compraba nada que no pudiera pagar al contado. Eso desapareció con la modernidad de la clase media motorizada y desde entonces los burgueses básicamente están hiperendeudados, viven al día asociados con el banco y la tarjeta de El Corte Inglés y gastan por encima de sus posibilidades. Así que, colándonos donde no nos llaman, vamos a facilitarle a la ilusionada pareja una nefasta auditoría acerca del lío en el que se han metido si es que es verdad eso de que no cuentan más que con 4.000 euros mensuales de ingresos y todo lo demás se lo lleva el partido. Hagámosles las cuentas de la vieja. 1.600 euros de hipoteca (por cierto, escandaloso que hayan obtenido el favor de un tipo de interés tan bajo e inalcanzable para el común de los mortales); 500 euros de jardinero para atender la piscina y el parcelón; 900 euros de servicio doméstico (a ver cómo encuentran en esa zona una interna que no sea mujer ni inmigrante); 600 euros para una niñera puesto que ambos pasarán días enteros fuera de casa incluyendo fines de semana; 300 euros de urbanización y seguridad; 800 euros de letras para dos pequeños utilitarios (a no ser que abusen del descarado privilegio del coche oficial gratis total); 300 euros para gasolina puesto que harán más de cien kilómetros diarios para ir y volver del trabajo; 200 euros de agua por el piscinón; 200 euros de calefacción buena parte del año; más de 3.000 euros entre ibi, tasa de basura, vado, iluminación exterior, etcétera. Y atento Pablo, se lo dice un padre de familia numerosa que ya pasó y renegó de la experiencia de la casa burguesa unifamiliar (y antisocial según la izquierda): todos los años deberá apartar más de 2.000 euros para pequeñas reparaciones e imprevistos. Una casa individual, aislada, es un gozo pero también un pozo. Sume, sume... necesitará de media entre 5.000 y 6.000 euros al mes para atender la vivienda y sus añadidos y dice que apenas cuenta con 4.000. Ha caído, como le digo, en el principal vicio del burgués sobrevenido. Sólo tiene dos caminos; o dejan de pasarle dinero al partido, o ni siquiera podrá seguir comprándose las camisas baratas de Alcampo que tanto le satisfacen.
Sus aclaraciones contables parecen repletas de lagunas, incoherencias y presuntas falsedades. Verborrea de pícaro, donde siempre sobra astucia y falta ¡ay! la plata, de ahí que precise vivir del dinero de los demás. ¿Le suena? El dinero de los demás; o sea el dinero de los impuestos, el dinero público. Antes de vivir de la política, usted vivió de sus colaboraciones universitarias, de fundaciones y ong, de la asesoría chavista y de la televisión iraní; o sea, del dinero que los estados le sacan coercitivamente a los demás. Ni un mal mes de cotización en una empresa normal. Hizo carrera persiguiendo a los ricos y ahora da paso a vivir como un rico, porque la política ya le otorgó tal condición. Un rico burgués mucho más establecido que cualquier aspirante de su edad que tenga que buscarse el porvenir en la empresa privada. Podrá poner el retrato de Lennin entre los dos ambientes de su salón señorial, pero será difícil seguir dándole el pego a todas esas familias encajonadas en pisos de 70 metros con patio interior y un cuarto de baño. Lo menos que pudieron suponer cuando fueron a verle a la Fonteta es que al prometerles el asalto a los cielos, usted se disponía a irse de inmediato como avanzadilla. Y un día, sí, ya lo asaltaremos todos juntos. Algún día, Don Pablos.
Suscríbete a Las Provincias al mejor precio
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Siete años de un Renzo Piano enredado
El Diario Montañés
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.