Es consciente de su posición de lobby frente a la administración, aunque reconoce que el empresariado no ha sabido aprovecharlo. Con el primer Botànic se sentía más escuchado, pero sigue manteniendo una relación muy fluida con Puig y ha empezado con buen pie con Mazón. ... En el plano corto resulta hábil, cálido y solvente. Y se agradece que no rehúya las preguntas más incómodas a pesar que, cuando quiere, sepa torearlas con soltura. De palabra fluida, le gusta conversar y está atento a otras opiniones, aunque quede claro que ni le gusta perder el tiempo ni que le encasillen en determinados estereotipos ni supuestos. Se reivindica en su independencia y hasta bromea con el recuerdo que podría dejar como el presidente 'rojo'. Mientras llega ese momento, Salvador Navarro tiene antes el reto de unir al empresariado de toda la Comunitat. Y seguramente lo hará sin focos ni excesivo protagonismo porque parece más dado al trabajo discreto y constante -de pico y pala- que al de ponerse medallas. Y de momento ha encontrado el salvoconducto para que le dejen trabajar y no resultar molesto: decir que las decisiones más 'sensibles' son asamblearias y no suyas en exclusiva. Y ahí radica el peligro: en querer agradar a todos y terminar por perder influencia.
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