Urgente Los Bomberos continúan los trabajos para controlar el incendio del bingo de Valencia y desvían el tráfico

El pasado jueves, organizado por LAS PROVINCIAS y con entrada libre para quien le apeteciese, iba a presentar mi última novela, 'El escaño de Satanás', pero me quedé veinticuatro horas atrapado en el aeropuerto de Estrasburgo y no pude llegar a tiempo. No fue la nieve como se ha dicho, sino la falta de anticongelante para la pista y los aviones. El caso es que, cuando se hicieron las dos del mediodía sin haber despegado, acepté la fría realidad y hube de tomar la mortal decisión de aplazar el acto a una fecha que se anunciará. Más allá de la ilusión con que mis madrinas, las escritoras Carmen Amoraga y Marta Rivera de la Cruz, habían preparado su encuentro, de lo divertido que tenía que resultar y más allá de que el grupo teatral La Màquina de Gretel Stuyck y Rafa Cruz fuera a estrenar uno de los capítulos al estilo de esas ficciones sonoras tan de moda, lo que me dolió como un mordisco fue no poder avisar personalmente a todo el mundo que pensaba asistir y, al aterrizar por fin en Madrid, enterarme de que habían acudido al Ateneo de Valencia casi sesenta personas despagadas. Les pido disculpas desde esta columna y les prometo que pronto tendremos ocasión de disfrutar el doble.

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Ahora que digo lo del doble..., eso, justamente eso, fue la solución que me propuso alguien: «Por qué no envías a tu doble; total, Pablo Salazar y las presentadoras te van a hacer el trabajo y tu doble sólo tendrá que poner esa cara de tontolaba tan tuya e imitar tu firma en las dedicatorias». Y yo respondí con un soplo de voz decepcionada, humildísima: «Es que yo soy de clase media y no tengo un doble...». Pero qué ventaja sería, ¿eh? A las cenas de empresa, a las despedidas de soltero, a las conferencias, a probarse pantalones..., yo mandaría siempre a mi doble. Sería maravilloso disfrutar del beneficio de disponer de otro yo para discutir de dinero con las ex, escuchar consejos en la barra del bar, hacer cola en el baño o asistir al curso ese de nuevas masculinidades que, igual que una mili trans, pronto será obligatorio para los tipos de mi edad. Tener un doble sería un chollo mejor que tener un primo con barco.

Y ojo, un doble no es eso que los curas y las cuñadas de la autoayuda llaman un alma gemela, no..., que no os den gato por liebre. El verdadero doble no es el que presenta el libro por ti, sino el que se queda tirado en el aeropuerto de Estrasburgo en tu lugar. O sea, el siervo de dios. Pero, oye..., yo que me como tantos marrones a diario, que soy un poco «pringao», ahora mismo estoy cayendo en la cuenta de que ese doble del que hablo..., coño, ¡a lo mejor soy yo!

El verdadero doble no es el que presenta un libro por ti, sino el que se queda tirado en el aeropuerto

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