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Así ha quedado el bingo de Valencia arrasado por el incendio

La piedra filosofal

ROSEBUD ·

Antonio Badillo

Valencia

Lunes, 16 de noviembre 2020, 07:24

La decimoséptima letra puede esconder la piedra filosofal. El diccionario de la hecatombe deposita 'esperanza', su palabra fetiche, sobre la pe de Pfizer, en pleno territorio acaudillado por 'pandemia'. Deberá lidiar con el recelo de 'prudencia', quien no olvida que en la montaña rusa del Covid cuando los ojos miran arriba los pies apuntan al precipicio; el mal fario de 'pesimismo', ajeno al estruendo de fe por si en realidad no oímos lo que oímos sino sólo lo que queremos oír; el resentimiento de 'prevención', en guardia para que el hambre de buenas noticias nunca más nos desnorte al navegar entre olas. Definitivamente el día en que la ciencia aplaste al bicho necesitaremos terapia para la ciclotimia. Encerrados en esta matrioska perversa de capas infinitas, lo mismo acaricia el espíritu la brisa de la soñada vacuna que lo mortifica la amenaza de extensión del toque de queda. Saltamos del valle a la cumbre en el recuento diario de los caídos, tentados en nuestra frustración de romper amarras en busca del abrazo prohibido, sea cual sea su precio. Masticamos aturdidos la sensación de avanzar torpes, como ese piloto malo de Fórmula 1 al que encomiendan probar la pista cuando las nubes, sus ubres ya vacías de agua y caos, se baten en retirada. Igual que él, 41.000 fallecidos después continuamos dando vueltas indefensos, tratando de intuir qué oculta cada charco, envueltos en la resignación de la cobaya. La salud es una moneda con la vida grabada en una cara y la muerte en la otra, contra eso poco podemos hacer, pero poco siempre será más que nada. Empezamos subestimándolo, otro cuento chino, y acabamos acorralados entre rollos de papel higiénico hasta que el sol mediterráneo que bronceaba el búnker nos cegó con el espejismo de la desescalada y la nueva normalidad. El Covid se ha ganado un respeto que aún le negamos, también en el segundo asalto. Desprotegidos por un Gobierno que o bien en primavera se extralimitó o bien ahora se inhibe. Perdidos en los renglones de diecisiete protocolos distintos, unos cerrando perímetros, otros pensando en sus fiestas. Sumando y restando restricciones. Quemando comodines para no jugar la carta mayor. A su lado, los Monty Phyton al rescate de Brian de Nazaret parecerían geos. Exhausto el relato político, enriquece hablar con los médicos, palpar el desgaste que sucede al desvelo, el miedo por las UCI que se llenan, la impotencia ante la falta de medios para la autoprotección. Quien les dé ahora la espalda, que luego se abstenga de aplaudir desde un balcón. El dilema no es elegir entre sanidad o sustento, sino que en la insoslayable búsqueda del equilibrio dejen de derramarse vidas. Para eso hay que cerrar las cremalleras necesarias, hasta donde haga falta y desde ya, con tal de abrirlas lo antes posible sin volver a pellizcarnos los dedos. Y mientras ganamos tiempo a la ciencia, nuestra mejor contribución será resistir, tejiendo y destejiendo el discurso de la unidad. Con la paciencia de Penélope, que no contenta con una pe tiene dos.

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