Urgente Junqueras anuncia el pacto con el Gobierno para condonar a Cataluña el 22% de la deuda autonómica

Con las últimas lluvias, la hierba del jardín ha tomado alas, pero el cortacésped sigue en el taller, y la última llamada de recordatorio al mecánico no trae esperanzas. Falta una pieza, le ha explicado el encargado; una membrana o algo así, nada de importancia, una cosa sencilla, pero vital para el carburador. Y resulta que no hay existencias. Agotadas. Y eso que la máquina es de una casa renombrada, nada de marcas raras, que luego ya se sabe: no hay recambios. Pues ahora tampoco con ésta. Nuevos tiempos. Cosas de la pandemia, le han dicho. Ni en la central, que está en Madrid, les queda una. Vaya tela. Por una membrana que no valdrá ni 10 euros, más la faena. Ahora la confianza de poner en marcha al fin el cortacésped está depositada en un contenedor que viene de China y que debe andar por el cuerno de África. Que no lo ataquen los piratas. En casa le requieren que ponga en orden el césped que crece sin parar, que a ver si puede este sábado, pero ha tenido que recordar que está estropeado y no se lo pueden arreglar. ¿Y cómo es eso, tras un mes de espera en el taller? Por una membrana que falta. ¿Por una membrana? Pues si es preciso la buscamos donde sea. No se puede, no queda ni una en toda Europa, la modesta pieza viene en barco y está en alta mar.

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No aprendemos. La deslocalización comenzó trayendo la consecuencia natural de pérdida de empleos, pero acaba desembocando en que escasea hasta lo elemental. Y cada día más. No es broma. Recordemos lo que ocurrió hace casi un año con las sencillas mascarillas y los vitales respiradores. Tenían que traerlo todo de China porque aquí se habían dejado de fabricar cosas tan necesarias, y los precios entraron en una espiral de subasta especuladora. Luego, poco a poco, ante la nueva necesidad generalizada han ido poniéndose en marcha nuevas industrias o se han reconvertido otras y ya tenemos suministro propio. Pero siguen faltando cosas de lo más sorprendentes. Casi a diario surgen noticias que hablan de paralización en procesos industriales porque se agota alguna pieza que viene de China. Aquí se apostó a lo grande por el 'sector servicios' y se dejó de fabricar. Dediquémonos todos a servirnos unos a otros; sí, pero ¿quién echa a rodar el primer euro? Ya vemos cómo está ahora todo lo relacionado con el turismo y la hostelería, la gran apuesta, mientras se para el montaje de sillas porque faltan unas punteras de plástico que están bloqueadas en un puerto asiático, o la fábrica de coches baja el ritmo porque se queda sin componentes electrónicos, y la campaña de vacunación no va al ritmo deseado porque no llegan todas las vacunas compradas; otros que pagan más las reciben antes. Ah, la ingenua burocracia europea. No escarmentamos.

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