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Una de las películas más peculiares del siglo XX llegó casi a mitad, en el 1956. El cineasta Albert Lamorisse, hizo a su hijo Pascal protagonista de una exquisitez de 35 minutos a la que tituló 'El globo rojo' ('Le Ballon rouge') y que terminó llevándose la Palma de Oro del Festival de Cannes al mejor cortometraje, así como el Oscar al mejor guión original, entre un buen montón de galardones.
Sin más diálogo que alguna frase suelta que poco o nada importa para entender la trama, el pequeño Pascal encuentra enganchado a una farola un hermoso globo rojo en el camino entre su casa y el colegio una mañana de primavera en París. No sin esfuerzo, lo coge y se va al colegio con él. Le impiden subir al tranvía, y tiene que ir corriendo. Lo deja al cuidado de un conserje de la escuela, y lo recoge al salir. Su abuela no lo quiere en casa... y lo echa a volar por el balcón.
Aquí es donde empieza la magia, pues el globo renuncia a su libertad y decide volver con el niño, esperándole en el portal a la mañana siguiente, jugando con él al escondite por las calles, peleándose y reconciliándose... En su excursión se cruzan con una niña, que lleva un globo azul también mágicamente animado y del que terminan despidiéndose para llegar a un descampado en las afueras donde... Mejor lo dejo aquí y quien quiera disfrutar de la sorpresa, que teclee el título en internet y la disfrute, porque esta columna no va por ahí.
A todo el mundo, alguna vez, le han dado un globo. Sin ir más lejos, a los hipotecados les dieron uno hace unas semanas para hacerles creer que recibirían el reintegro del impuesto de Actos Jurídicos Documentados y, dos semanas más tarde, se lo quitaron. Como reacción al ultraje, el Gobierno anunció que se cambiaba la ley y que ahora sería a la banca a la que se le pasaría el cargo, porque lo que se dice pagar, todo el mundo sabe que lo pagará el hipotecado a través de vete a saber qué comisiones, cobros de gestión o mil pirulas.
Hace menos, la Conselleria de Economía Sostenible de Rafael Climent González anunció con toda su alegría que ponía en marcha el plan «más ambicioso de la historia en favor del empleo juvenil». Como capitán moro de Muro de Alcoy, ahí se ponía 26,2 millones de boniatos para dar faena a 4.500 desempleados valencianos menores de treinta años en 2019. Loable aspiración... bonito globo.
Sólo unas semanas más tarde ha llegado el tío Paco con las rebajas y este pastizal sufrió un reajuste ¡del 80%! En lugar de los cacareados 26 millones, se descontaba 21 y el Presupuesto sólo recoge unos magros 5,8 millones de euros para esas ayudas públicas. La Generalitat argumenta que ha agotado la dotación europea y está a la espera de fondos estatales, aunque bien pudiera estar demandando más helio, látex y alfileres.
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