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La plaza del alcalde Grezzi

BELVEDERE ·

Pablo Salazar

Valencia

Miércoles, 20 de mayo 2020, 07:38

Tantos años de darle vueltas y más vueltas y de no atreverse a meterle mano para al final acabar haciendo un buñuelo en consonancia con esa tradición urbanística muy valenciana que establece que si algo puede salir mal, saldrá mal, y si algo se deja a medias o de forma provisional, así se quedará durante lustros, décadas, tal vez siglos. Piensen en el Miguelete e medio terminar, la plaza de la Reina abierta sin tener en cuenta la perspectiva de la fachada barroca de la Catedral y su escala, los 'dientes de sierra' en el 'skyline' del Ensanche o del Cabanyal, las avenidas que no llevan a ninguna parte porque no se acabaron (como la del Oeste) o el nuevo estadio del Valencia CF varado en la salida de la pista de Ademuz esperando a no se sabe qué. No era necesario gastarse una fortuna en la plaza del Ayuntamiento ni volver a los viejos proyectos del parking subterráneo, no había que inventar nada, simplemente se trataba de diseñar una propuesta urbanística coherente que integrara las necesidades de Movilidad (cierre al paso de los coches y dejar unos carriles libres para el autobús) con un diseño que tuviera en cuenta las peculiaridades de un espacio tan emblemático y transitado como complicado por las servidumbres que arrastra (mascletaes y falla municipal, cabalgata, procesiones, manifestaciones, ferias, eventos...). Una magnífica ocasión para un concurso de ideas entre arquitectos que rivalizaran con sus ideas sobre los puestos de flores, la árida zona central, los posibles toldos para el verano, el exceso de mobiliario urbano que salpica toda la plaza, la solución para las terrazas y la necesidad de renovar un pavimento de las aceras que cuando llueve se convierte en una peligrosísima pista de patinaje que ya se ha cobrado varias víctimas en forma de brazos y piernas fracturadas. Ese era el procedimiento que debería haber seguido un ayuntamiento gestionado con sensatez. Pero el que se ha seguido es el que ha impuesto el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi, verdadero alcalde de la ciudad, el hombre que está aplicando su catecismo entre la dejación de funciones de un Ribó que le consiente todo y la complicidad de una Sandra Gómez que no es rival para el edil ecologista. Su único objetivo era que por la plaza dejaran de pasar coches (lo cual, es completamente lógico y se debería de haber hecho hace muchos años) sin tener en cuenta el diseño, el resultado final. Y así ha quedado, una chapucilla cutre que ofende el buen gusto y desmerece con lo que es y debería ser un espacio digno y del que los valencianos se pudieran sentir orgullosos a pesar de se peculiar tipología. Grezzi ya tiene su plaza.

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