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La reforma de la plaza del Ayuntamiento no es provisional, aunque se nos haya vendido como tal. Se quedará así unos cuantos años, hasta que una corporación local de distinto color político se atreva -si es que se atreve, que al PP le suele ocurrir que grita mucho mientras está en la oposición contra las iniciativas de la izquierda pero cuando llega al gobierno las asume y mantiene- a emprender una remodelación auténtica, profunda y digna, en consonancia con lo que significa y el papel que ejerce la auténtica plaza mayor de Valencia. Las obras son una declaración de intenciones, otra más, acerca de la ciudad a la que aspiran Ribó, Compromís y los grupos políticos y sociales que les respaldan, con la callada pero imprescindible colaboración de un PSOE municipal decadente, timorato, descolocado, desnortado, fofo. Una declaración que no es tanto en favor de la peatonalización (una tendencia imparable en Europa y que debería haber llegado a este punto hace muchos años), como se trata de hacer creer, sino de una forma de entender dicho espacio como un centro de eventos, conciertos al aire libre, mercadillos ambulantes, concentraciones, manifestaciones, cabalgatas (de Reyes y de reinas magas), fiestas (no sólo las propias de Fallas), demostraciones agrícolas, ferias del libro (en catalán), presentaciones de nuevos autobuses, pistas de patinaje sobre hielo y, en definitiva, todo lo que se les ocurra para hacer de la plaza un lugar que permanentemente atraiga gente, un estímulo más para salir de casa (cuando se pueda), una forma de tener entretenido al pueblo con actividades lúdicas y gratuitas para así poder decirle, ¿tú lo ves?, mientras el PP de Rita Barberá tenía cerrada la plaza y nadie podía acceder al balcón del Ayuntamiento salvo los amigos de Rita, lo primero que hicimos nosotros fue abrirlo a los valencianos y a los turistas y ahora ponemos todo el espacio urbano a vuestra disposición, sin coches, sin autobuses, para la gente sencilla, como nosotros. Ese es el mensaje, un mensaje que no necesita una reforma ideada por arquitectos sino que le basta con la chapuza del concejal de Movilidad, con sus maceteros, el pavimento de color rojizo y las terrazas en la calzada, al estilo de lo que se hizo en la plaza del Mercado, que así se ha quedado. De la ciudad que quería competir con Montecarlo y atraer a los VIPs a una Marina para millonarios hemos pasado a la cutreValencia.com diseñada a golpe de bote de pintura. Si aquellos errores tal vez fueran propios de una derecha ultraliberal y conservadora, estos lo son de una izquierda nacionalista, localista y ruralizante, heredera de la boina, el gaiato, el carajillo y la partida de chamelo en el casinet.
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