En la última Selectividad, apenas el 43% de los estudiantes aprobó Matemáticas. Aquello suscitó la queja del alumnado y de los centros, la defensa de la universidad y la tibieza política que recuperó ante la opinión pública el debate sobre una Selectividad unificada. Me quedo, para lo que quiero hablar, con el lamento por la dificultad del examen en relación con la nota de acceso a la universidad. Sin embargo, nadie cuestionó que más de la mitad de nuestros estudiantes de Bachillerato no cumplía los objetivos de la etapa, pese a que los centros educativos sí hubieran dado como suficientes sus conocimientos.

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La Selectividad la observamos desde su función selectiva, y el segundo curso de Bachillerato como un curso preparatorio para superarla. La evaluación, así, es un fin por si misma.

Parecidas quejas han aparecido, esta vez desde el profesorado, con las oposiciones docentes celebradas en el último mes. Lamento por su dificultad, queja por haber dejado desiertas muchas vacantes convocadas en la mayor oferta de empleo docente de Secundaria. Recordar que la Conselleria renunció a la convocatoria anual para acumular en una misma oposición el mayor número de plazas. Tras la primera fase, según informan los sindicatos, «ya sabemos que al menos 426 vacantes de 22 especialidades quedarán desieras de las 4.616» plazas convocadas. Alrededor del 9% de las plazas. En este sentido, estamos en la media. De las más de 18.000 plazas convocadas por las autonomías, el 10,6% no se ha ocupado.

Lo más llamativo, sin embargo, es que en la especialidad de Matemáticas ha quedado vacante el 40% de las plazas; en la especialidad de Valenciano, el 30%. Cifras llamativas. Y al analizarlo, hay que distinguir entre lo que en teoría significa y lo que esto supone en la práctica.

Las oposiciones también son unas pruebas selectivas en las cuales la diferencia no está entre el aprobado y el suspenso, sino entre alcanzar o no una plaza. Aprobar sin plaza no significa nada y sólo permite entrar en la bolsa de interinos, las cuales, ordenadas primeramente por antigüedad, tampoco te aseguran estar por delante de todos aquellos que superas en nota.

Por ello, al igual que en Selectividad, tampoco gana fuerza en las interpretaciones el hecho de que suspender esta prueba signifique no alcanzar los mínimos exigidos. Así que... ¿qué significa que un tribunal de oposiciones suspenda a un candidato? El problema es que significa eso mismo: según los criterios de la oposición, suspender significa no alcanzar los mínimos que tal proceso determina necesarios para impartir clase en la escuela pública.

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Esta primera fase de las oposiciones incluye ejercicios teóricos y prácticos y después de que los candidatos los hayan realizado, los tribunales califican que no hay suficientes aprobados para tantas plazas. Para que no se cubran el 40% de las plazas de Matemáticas ni el 30% de las de Valenciano, la mayoría de los participantes ha suspendido teniendo en cuenta que por cada plaza se presentaban al menos dos candidatos. Según el veredicto de los tribunales de oposición, por tanto, no hay suficientes docentes de estas especialidades con garantías de calidad.

Sin embargo, la oposición se ha convertido en un fin y no en un medio y por eso las interpretaciones no se centran en esta realidad, sino en que los suspensos permiten agilizar el proceso selectivo, al ser menos los ejercicios y méritos que evaluar en la medida en que se eliminan candidatos de inicio, o que la superación de las actuales oposiciones no se relaciona con la práctica docente, por lo que su suspenso tampoco invalida la calidad como profesor del suspendido.

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Lo cierto es que da igual que la oposición suspenda o deje vacantes sin cubrir, porque la dinámica laboral no se detiene. Así, el docente que suspenda, signifique eso lo que signifique, podrá dar clase, ya sea en centros donde no se exige oposición, ya sea porque tiene servicios prestados. De hecho, esas plazas desiertas en la oposición se cubrirán, porque las plantillas van por otro lado y si no elige una vacante un funcionario, ni el nuevo opositor, se cubrirá por bolsa de interinos o se convocará proceso para cubrirla. En la práctica, por tanto, las plazas desiertas sólo significan peores condiciones laborales para un grupo de profesores que será interino en lugar de funcionario. Tampoco, dicen, esa diferencia afecta a la calidad de la docencia.

Más cómodo es dudar de la utilidad de las vacantes y no de su significado.

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