La población se fija con rentabilidad
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La consellera de Agricultura, Mireia Mollà, ha convocado para el lunes a las organizaciones agrarias valencianas con el decidido ánimo de «escuchar sus reivindicaciones» y «trabajar en estrategias conjuntas que garanticen precios justos». O sea, como si viniera de nuevo lo que está pasando, como si llegaran de súbito las quejas y las reclamaciones; también como si fuera repentina esa urgencia por atender y se tuviera a mano la fórmula maestra, a buen recaudo, casi en secreto, y ahora vamos a sacarla a lucir y a resolver.
Sin embargo, la vicepresidenta Mónica Oltra, su superior en el Consell y en su partido, Compromís, ha dicho que lo de los precios no es competencia del Gobierno valenciano, sino de Madrid y de Bruselas. Ahí queda expuesta la contradictoria confusión. Entonces ¿qué podrá proponer la consellera el lunes para avanzar hacia unos precios justos, si Oltra dice que no es de competencia autonómica? ¿Se limitará a desviar la atención hacia escalones superiores, a echar balones fuera, a seguir apoyando a los afectados en sus demandas?
La moda del gobernante que reivindica está muy extendida. Es una actitud facilona. Le das la razón al que se queja, te solidarizas, le apoyas y le aseguras que irás con él a pedirlo a donde haga falta. Qué bien, estamos junto al que sufre, le ayudamos moralmente, le prometemos compañía y que daremos traslado a Madrid y a Bruselas. Nos van a oír, ya verán. Y luego se hace ver con notas de prensa y declaraciones previsibles que están en ello, que han ido y regresado, que han hablado en los foros, que les han tomado nota. Pero la costumbre señala que finalmente no queda nada. Y otra vez a lo mismo; el círculo vicioso. ¿Qué tal si empezaran por cumplir su promesa fallida de las ayudas de 'mínimis'?
Dice la consellera que apela a un principio básico: «que lo que se cultiva se pueda pagar. Si no se cubren los costes de producción, la agricultura está en vías de extinción y por tanto no podemos consentir que nuestros agricultores no puedan vivir de sus cultivos». Bienvenida. Después de tantos meses, lo obvio. ¿Y qué se ha intentado mientras para tratar de corregir? Sembrar encantamientos. Pero eso no dura siempre, porque la gente se da cuenta, se cansa, se queda sin dinero, nota los agravios, le rechina que se den vueltas con palabras y palabras.
Lo cierto es que la Administración está 'pillada'. Aquí y allá. Porque si de verdad se empeña contra la 'Valencia vacía' y la 'España vaciada', no valen cuentos, sino cuentas; la rentabilidad es el único remedio cierto para fijar la población, y eso se traba con precios dignos en lo que se produce y compromisos políticos para solucionar, no entretener. Si no, quien pierde se va.
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