Es un truco muy manido, buscar viejos enemigos cuando el presente deja pocas alegrías. El sentimiento de ridículo brilló por su ausencia cuando el presidente mexicano, López Obrador, exigió que se disculpara el Rey por el «genocidio» cometido por nuestros antepasados hace quinientos años. Estos días ya se han publicado todo tipo de razones para explicar la estupidez de tal solicitud, y no voy a incidir en ello, pues me interesa más comentar por qué ese fuego de salva busca evadir el análisis de los graves problemas que hoy enfrenta el (sigue siéndolo) país hermano. ¿Cuál es hoy la realidad de México? En síntesis: hay una situación de crisis del Estado de Derecho. En los estados del norte ya no hay Ley, solo la que establecen las balaceras de los narcos, y la corrupción lleva años incrustada como un parásito irreductible en la vida política.
Publicidad
El resultado de todo ello es que la violencia está en un nivel insoportable, y no para de crecer. Los desaparecidos y ejecutados van sembrando los caminos. México vive en una suerte de escisión permanente de la realidad. Las elites culturales y los que tienen la suerte de tener un buen negocio o empleo intentan vivir aislándose de la realidad global: importa lo que pasa en su ciudad o estado. Mientras que en cualquier país de Europa el que amaneciera una de sus ciudades sitiada por una banda de criminales seria una conmoción -tal y como ocurrió hace unos años en Monterrey-, en un estado como Yucatán mereció un lugar secundario en los titulares de la prensa de Mérida, donde destacaba la plaga de piojos que afectaba a los escolares de la capital.
La gente que vive con comodidad procura aislarse en colonias o barrios residenciales donde hay que pasar vigilancia armada si se quiere ingresar. Hay unas pautas automatizadas en todas las familias para preservar la vida o evitar los secuestros. La cultura acontece muchas veces en un ambiente irreal: se puede discutir con pasión el lenguaje inclusivo mientras que miles de mujeres son asaltadas y asesinadas impunemente cada año sin que los políticos reaccionen, y organizar un festival de cine internacional en Guadalajara mientras mueren acribillados candidatos a elecciones municipales que no se han avenido a los manejos de los cárteles.
La gente que vive en el límite de la pobreza o es directamente indigente es muy numerosa, y ha de afrontar la realidad brutal y miserable, no tiene tiempo para fingir que vive en otro sitio. Entre ella está casi toda la población indígena que, estos días, con motivo de la boutade de López Obrador, se ha apresurado a recriminarle su falta de honradez al llegar a la presidencia, y no cumplir sus promesas. En vez de ponerse como tarea el inicio de lo que ha de ser sin lugar a dudas una empresa titánica -la regeneración de todo un país-, el presidente se dedica a rescatar fantasmas. Pobre México.
Suscríbete a Las Provincias: 12 meses por 12€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.