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Como esa comida que se queda cruda, Ciudadanos ofrece señales de que le falta tiempo de cocción, que se ha servido demasiado pronto en la mesa, que aún no está hecho del todo. Y no es un problema de esa condición de bisagra que se intentó quitar de encima -sin éxito- en los comicios del 26 de mayo. Lo es de falta de estructura, de cuadros, de corpus doctrinal, de estrategia y de liderazgos más allá de los que representan Albert Rivera por un lado e Inés Arrimadas por el otro, que no siendo poco no es suficiente. Tal vez tiene que ver con su todavía corta historia en comparación con la de los dos grandes partidos de ámbito nacional, PP y PSOE. O tal vez con la indefinición ideológica tras el giro de la socialdemocracia al liberalismo. Pero las señales de inmadurez son tan evidentes como preocupantes en una formación que es clave en los pactos de gobernabilidad en España, tanto para el Ejecutivo central como para los autonómicos y los locales.
Las circunstancias y la situación de Unidas Podemos son completamente diferentes pero la sensación viene a ser la misma, la de una formación que parece haberse quedado instalada en la adolescencia, que no quiere (o no puede) hacerse mayor pero sin que esa decisión le suponga ninguna ventaja, porque incorpora todos los defectos propios de la juventud, sin el ímpetu ni la frescura que caracterizan los pocos años, y al mismo tiempo carece de la experiencia y la solidez que aporta la edad. La sustitución de Echenique por el canario Alberto Rodríguez es un indicador más de que el partido vive más pendiente de las redes sociales, la imagen y la necesidad de mantener un cierto postureo antisistémico que de su propia realidad y de la urgencia de construir un proyecto creíble.
El bipartidismo imperfecto (los nacionalistas acababan contaminando siempre todos los escenarios con la connivencia de populares y socialistas, según les interesara) que funcionó en España entre 1982 y 2015 es muy probable que no vuelva, no al menos en el corto plazo. Pero las expectativas de Ciudadanos y de Unidas Podemos eran superiores a la auténtica fortaleza de unas estructuras todavía demasiado endebles para aspirar siquiera al 'sorpasso' con el que soñaban sus líderes y que parece demasiado lejano. A su vez, el PSOE en su peor momento y el PP ahora aguantaron mucho mejor de lo esperado, no se les podía dar tan pronto por muertos y enterrados. La duda es si algún día los partidos que eran nuevos y ya no lo son tanto llegarán a poder sustituir como marca hegemónica de la derecha y de la izquierda a los actualmente dominantes. Y si lo verán sus líderes o habrán tenido que dejar paso a Irene Montero en el caso de Iglesias y a Inés Arrimadas en el de Rivera.
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