El poder valenciano en Madrid
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Confío en que tanto paisano en el Gobierno, desde ayer uno menos, sirva para algo más que volver a llenar el balcón del Ayuntamiento en FallasAños y años lamentando la ausencia de ministros valencianos. Y con razón. Los últimos que tuvimos, como la entonces todopoderosa María Teresa Fernández de la Vega o Pedro Solbes, lo eran de aquella manera. Hasta la semana pasada. La sequía de valencianos en el Gobierno se acabó. Bienvenidos sean sus nombramientos, sin duda. Si duran, claro, y no resultan tan efímeros como Màxim Huerta. Pero sólo el tiempo nos permitirá sacar conclusiones.
Disponer de paisanos en el Gobierno de la nación tiene de entrada importantes ventajas. Nadie deberá explicar a José Luis Ábalos, un valenciano de Torrent, lo que supone circular por la V-30 un viernes. Ni la vergüenza de que dos de las tres provincias de la Comunitat, Valencia y Alicante, todavía no estén unidas por tren. O la importancia del corredor. O del plan de cercanías y el tren a Zaragoza. También de la necesidad de ampliar la V-21 si más de un domingo ha intentado acceder a Valencia después de pasar un día en la playa.
Tampoco a Montón, valenciana de Burjassot, el coste para la sanidad de la infrafinanciación del Estado. Lo inútiles que resultan los Consejos Interterritoriales cuando sólo son decorados, como tantas veces los ha definido la ya hoy ministra. La necesidad de revisar las plazas para estudiar Medicina y las de MIR para contar con más facultativos. O la deuda de 390 millones por las compensaciones por atención a turistas nacionales y extranjeros.
Los dos son perfectos conocedores de las principales carencias que arrastra esta tierra. Como en su escasa semana en el cargo lo ha sido Màxim Huerta del agravio económico con el Palau de les Arts frente al Liceo o el Real de Madrid. Los demás no éramos tan conocedores hasta ayer, por cierto, de que el ya exministro de Cultura defraudó 218.000 euros a Hacienda.
De la falta de agua en la Comunitat también sabe un rato Luis Planas, ministro de Agricultura y ya tercer que no cuarto valenciano al frente de un ministerio. Pero no basta con saber tanto. Además, habrá que querer solventarlo. Montón proponía que en la reforma de la financiación se establezcan unos porcentajes mínimos sobre el PIB. Del 7% en sanidad ha repetido hasta la saciedad mientras ha sido consellera y no ministra. Suya es ahora la oportunidad de poner la propuesta sobre la mesa en el próximo consejo de ministros.
Voluntad política al margen, que no es poco, lo que se necesita es presupuesto. Con independencia de donde uno proceda. De un día para otro no se resuelve una mayor aportación estatal para hacer frente a las ayudas a la dependencia, ni la carestía de policías y guardias civiles. Tampoco el déficit de 35 juzgados. Pero sólo por ser de Valencia, tampoco. El tiempo dirá si tanto paisano en el Gobierno nos sirve para algo más que volver a llenar el balcón del Ayuntamiento en Fallas. Porque eso también es muy valenciano.
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