La política cultural que pudo ser y no fue
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Lamentaba por estos lares hace unos días mi compañera Carmen Velasco la maltrecha trayectoria de la Mutant, uno de los espacios culturales con mayor proyección ... de la ciudad, desaparecido de combate por la torpeza con la que ha sido gestionado. El escenario de Las Naves nació con la intención de convertirse en foco de vanguardia, que sirviera de escaparate de las artes vivas en València y como revulsivo de la zona de Juan Verdeguer. Siete años después no es ni lo uno ni lo otro. Nadie sabe exactamente qué es. Abre y cierra constantemente por motivos diversos (daños, obras, cambio de responsables...) y despista a cualquier espectador que tenga intención de acudir allí. Quienes han trabajado en este centro han padecido la falta de presupuesto y de personal y los obstáculos que la propia Administración pone para poder llevar a cabo cualquier gestión.
No es un caso excepcional. Museos, teatros, auditorios y filmoteca se enfrentan a coyunturas similares. Un repaso a la nómina de enclaves culturales de la Comunitat ofrece un panorama desolador. Las plantillas no solo no crecen, sino que en algunos casos menguan, asfixiando la actividad de los trabajadores y aniquilando cualquier gana de acometer proyectos. Los concursos para abanderar estos centros valoran mejor las propuestas más económicas que las más ambiciosas, lo que provoca que el número de aspirantes para ocupar algunos cargos sea escaso y esto repercute, por supuesto, en los resultados finales. Hay edificios en los que la programación pasa inadvertida y programaciones que se quedaron sin edificio hace meses y nadie tiene prisa por reemplazarlos. Los planes prometidos ni están ni se les espera y las necesidades que muchos colectivos y profesionales llevan años reclamando han caído en el olvido.
El resumen parece catastrofista, pero solo hay que rascar un poco en emblemas de nuestra ciudad como el Palau de la Música, el teatro Escalante, el Centre del Carme, el Palau de les Arts o la Filmoteca para descubrir las lamentables condiciones con las que deben sortear su día a día y cómo la mayoría de estos sitios salen adelante únicamente por el buen hacer de sus equipos humanos. Aunque en muchos de ellos se palpa ya el cansancio y la desidia.
La buena política cultural debería ser aquella que propicie y garantice que quienes se dedican a ella cuenten con los recursos suficientes para desarrollar su labor y eso pasa por escucharles y atender sus peticiones. Parece algo básico, pero no se cumple. Cualquier política que no sea capaz de satisfacer esta máxima es ineficaz. No valen las excusas.
Los gobiernos valencianos -autonómico y municipal- formados hace casi siete años van camino de pasar a la posteridad por la inoperancia en esta área. La paciencia se agota. ¿Qué legado quedará de esta etapa? Lo que pudo ser y no está siendo.
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