Bienaventurado el que nunca haya padecido al 'matón' del colegio, aquel que se dedicaba a ridiculizar, amedrentar y arrinconar al que identificaba como más débil, diferente, o simplemente incómodo. Es una figura terrible -cuando eres un crío o un adolescente- que se siente protegida porque es más fuerte o porque no encuentra oposición que le reproche su actitud. Espero, no obstante, que este tipo de comportamientos estén cambiando hoy en día y que cuando sucedan sean rápidamente detectados y desactivados.
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Ayudan poco, desde luego, algunos espectáculos perpetrados por políticos en la escena pública. Porque no olvidemos que estas personas gozan de una visibilidad y atención que los hace espejo en los que mirarse y referente para algunos ciudadanos de todas las edades.
Son representantes de la sociedad -viven de nuestros impuestos- y como tal deben actuar de manera ejemplar en privado y en público, porque tienen muchos ojos puestos sobre ellos y porque lo que hagan es susceptible de ser imitado.
En ese sentido solo cabe lamentar la actuación de Rocío Monasterio en el debate de la SER, que hemos visto reproducida hasta la saciedad en webs y programas de televisión a todas las horas del día y ante audiencias bien distintas. En él veíamos a la representante de VOX animar a otro contertulio, Pablo Iglesias, a que se levantase y se fuese, a que se «largase», apelando a un concepto de «valentía» bastante mal entendido. Lejos de buscar la concordia se envalentonaba y continuaba echando leña al fuego. Más tarde recriminó a la presentadora, Àngels Barceló, que cogiese de la mano al que se marchaba -en un intento de convencerle para que no se fuese-, zafándose de un gesto de afecto que no debería provocar nunca una burla. No contenta con esto, más adelante Monasterio se dirigió a otra participante -Mónica García- para espetarle que quitase «esa cara de amargada». Finalmente el debate fue abortado y al parecer no habrá nuevas ocasiones de confrontar ideas, objetivo que creo que realmente buscaba esa candidata a la presidencia de Madrid.
El mensaje que se traslada no es bueno. Lo que se deduce al ver este show bochornoso es que no es posible dialogar entre formaciones que piensan distinto y que debemos eliminar cualquier esperanza de convivencia pacífica.
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Los políticos tienen un montón de responsabilidades y una de ellas ha de ser la de ofrecer modelos de conductas. Si ellos insultan legitiman que otros, que los idolatran o siguen, insulten. Si ellos descalifican alientan a que otros descalifiquen. Si ellos increpan dan carta blanca a que otros increpen. Con lo preocupados que están los de VOX con la educación de los niños, tratando de imponer vetos por todos los lados, más les valdría proceder de un modo, como mínimo, educado. Y no como los 'matones' de la clase.
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