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Elon Musk compró Twitter por 44.000 millones de dólares y juega con él como un niño con una excavadora con mando a distancia. Un ... poco caro el juguete, pero se lo puede permitir: el dueño de Tesla es el segundo hombre más rico del mundo. Al llegar, despidió a miles de empleados; readmitió después a algunos que ocupaban puestos vitales -un pequeño despiste que hizo que el precio de Twitter cayera a la mitad. Prometió libertad de expresión para regocijo de los trumpistas; algunos, como el propio expresidente Trump, expulsados de la red en 2021 por llamar a la violencia y cuestionar el resultado de las elecciones. Tras una votación popular («vox populi, vox dei»), Elon Musk restituyó las cuentas, aunque Trump -el gran activo- declinó la invitación. La semana pasada, en cambio, expulsó de la red a varios periodistas críticos. Tras hacer otra votación -repetida, porque recibieron apoyo inesperado ya en la primera-, tuvo que restituir sus cuentas: «El pueblo ha hablado». Un disfraz de emperador romano con sandalias y lira, una cuadriga, una corona de oro macizo y los decorados completos de Ben-Hur le hubieran salido bastante más baratos que la compra de Twitter.
Abrí mi cuenta en 2007. Eran tiempos felices. Ahora tengo otra en Mastodon, una plataforma rival, poblada de programadores. Dicen que reina en Mastodon el espíritu dialogante de los primeros años de Twitter, creada en 2006: intercambio profesional, noticias y ambiente cordial. Si no he migrado del todo es porque no es tan universal.
Twitter es una red hecha para la información: abierta, productiva y veloz. Su valor como fuente de noticias quedó establecido en 2009, cuando un usuario publicó, desde un ferry, la fotografía de un avión flotando sobre el río Hudson: era la primicia del espectacular amerizaje del vuelo 1549, que Clint Eastwood llevó al cine. Ese mismo año se añadió el botón para retuitear. En 2010, el terremoto de #Haití fue trending topic mundial, generando una oleada de solidaridad. La primavera árabe se forjó en 2011. En 2013, los usuarios narraron en directo la persecución de los hermanos Tsárnayev tras la masacre en la maratón de Boston; se estremecieron en 2014 con el macabro vídeo de la decapitación del fotógrafo James Foley y, en 2015, con el atentado en la revista Charlie Hebdo y el asalto a la sala Bataclán, una noche trágica en directo. Twitter es una herramienta de información de gran impacto social. Sí, lastrada por los trolls, los bots, la polarización, el odio y la desinformación. Sí, es un negocio. Pero no puede ser un circo romano en el que se juega la libertad de expresión.
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