Los que prefieren el ajedrez al parchís
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Un analista político cree en el ajedrez y odia el parchis. Le va el trabajo en ello. Hubo un tiempo que se juntaban unos cuantos ... poderosos y forzudos y todo era a las bravas y a lo loco. Llegó el Imperio Romano y puso orden. Que si las legiones, que si las formaciones de defensa y las de ataque: estrategia militar.
Maquiavelo escribió un tratado, casi una biblia de estrategia política que loaba esa capacidad para prever movimientos del rival, modos de minar su poder y tal. Muy bien. El problema es que ahora la densidad de estrategas por espacio político cuadrado es enorme. A favor de X, en su contra y los supuestamente imparciales que escriben o comentan las situaciones en prensa. Se trazan estrategias y se detectan planes por encima de nuestra capacidad de digerirlos. Pegas una patada a una piedra y aparece un fan del ajedrez. Los gabinetes ejecutivos rebosan de estilistas de verbo y pensamiento florentino. Eso obliga a la oposición, por aquello de no quedarse atrás, a reclutar también a visionarios del futuro y sus vericuetos. Luego están los asesores externos, que también quieren facturar. Y los medios ponemos también imaginamos jugadas a largo plazo tras una apertura de peón de reina.
¿Y el parchís?
Ahí está. Que no se subestime, porque es habitual que el azar se desmerezca, pero son muchas las ocasiones en que la suerte, una puntuación baja, subordina a los jugadores a hacer esto o aquello. En la política y en el resto de la vida. El miedo nos empuja al orden, pero el azaroso caos existe. Cuanto más conozco a los dirigentes de unos y otros partidos más creo en el parchis como explicación de la realidad política. Un poco de suerte y un poco de saber jugar. Algún asesor me confirma que lo pedestre impera y lo estratégico se desea, pero no siempre explica la realidad. Como Fulano es mi colega, lo pongo ahí y punto. Y los demas, a interpretar el nombramiento. ¿Quiso Calviño hacer de menos la infrafinanciación de la Comunitat o fue un movimiento de Sánchez para rebajar las ínfulas de Puig? Es posible, claro, que la vicepresidenta llegase con la misión de desmontarle al presidente la paraeta. Sin embargo, la propia Calviño, al ver el globo de los empresarios y el resto de la sociedad valenciana a cuenta de la financiación le preguntó a Puig si era todo una escenificación orquestada, según cuenta alguno que asistió a la cena del jueves a la que acudió la número dos de Sánchez. Es posible, también, que fuera todo mucho más pedestre. Que ella dijese lo que dijo muy tranquilamente, porque las movidas valencianas le importan un comino, y luego, los que anteponen el ajedrez al parchís, apuesten por lo suyo.
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