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Tengo la sana costumbre de no ver los informativos ni leer los periódicos los lunes cuando el Valencia no gana y a esto le añado que no veo la clasificación. Os aseguro que se vive un poco más tranquila. Recuerdo con nostalgia cuando en Mestalla levantábamos la mirada para ver las banderas y ver como íbamos en la clasificación. ¡Qué tiempos aquellos! Quizás sea la edad la que te hace ver las cosas de otra manera o quizás no quiero darme cuenta de la grave situación por la que atraviesa nuestro club y por eso intento huir de esta realidad. Una realidad que me apena y me preocupa y más después de la Junta de Meriton.
Sí que he leído, sin embargo y con mucho interés, lo que dio de sí ese esperpento telemático celebrado el pasado viernes sin la asistencia de los valencianistas de verdad, los que más tenían que decir, a los que más tenían que escuchar y a los que, incomprensiblemente, se les negó la participación y se les negó la palabra. Porque aunque se podían enviar las preguntas muchas se quedaron sin contestar y Meriton y sus allegados lanzaron su discurso sin posibilidad de réplica. Los mensajes que lanzaron, algunos de los cuales ya imaginábamos, fueron como dardos envenenados dirigidos a una afición dolida y necesitada de algún guiño, de alguna buena noticia. Ni uno, ni un rayo de esperanza. Es tan frío todo en este Valencia que se anuncia la intención de vender más jugadores en los próximos dos años para cuadrar las cuentas y se quedan tan anchos. Claro como no hay público ni en las juntas ni en Mestalla nada tienen que temer. No se andan con rodeos. Quieren recuperar lo invertido a costa de hacer caja con nuestros jugadores aunque nos cueste estar luchando por no descender. Pero ese sufrimiento va con nosotros, no con ellos.
Insisten en pedir una prórroga de la ATE cuando el ayuntamiento les ha dejado bien claro, por activa y por pasiva, que no habrá más concesiones y les ha marcado una fecha límite. Pero ellos no se toman en serio la palabra de las instituciones. Los compromisos se adquieren para cumplirlos y si no, hay que atenerse a las consecuencias. En poco más de dos horas se finiquitó una Junta en la que se escenificó lo que es hoy el Valencia Club de Fútbol, un club centenario herido de muerte en el que no caben los aficionados, su razón de ser y existir. Pero ya les digo yo que volveremos, que esta afición no se rinde nunca y que este club es más grande que todo el imperio de Meriton. La grandeza de este club no se mide por el dinero sino por el sentimiento. Y de eso por aquí vamos sobrados. No hay más preguntas señoría.
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