El prestigio nunca ha tenido color. Era un concepto ambiguo que dependía, con suerte, de los méritos de cada uno, aunque a otros les llegaba por herencia familiar asociada en la mayoría de casos a cuentas corrientes boyantes. Considerábamos prestigiosos a catedráticos, médicos, investigadores o ... letrados, que por sus trabajos o estudios académicos conseguían esta distinción. También a artistas o escritores, que lograban el título por todo lo cosechado en sus carreras.

Publicidad

Lo lógico hubiese sido que cualquier red social hiciese obligatoria la verificación de los datos personales de los que fuesen a utilizarla, con el fin de garantizar que se hiciese un uso responsable de ella, y para evitar a 'trolls' que se dedican a desinformar y a gente que, camuflada en el anonimato, se dedica a insultar, increpar y acosar al resto de usuarios. Pero no, este proceso no era un trámite imprescindible. La verificación ha sido optativa y asociada a la popularidad.

El prestigio nunca ha tenido color hasta que llegó twitter y lo tiñó de azul con su famosa verificación

Publicidad

Lo más curioso ha sido el argumento que Musk ha dado (por supuesto en un tuit) para tomar esta determinación. «El actual sistema de señores y campesinos de Twitter para saber quién tiene o no una marca azul es una mierda. ¡Poder para el pueblo! Azul por 8 dólares al mes», ha escrito.

Con esto se supone que quiere democratizar el sistema, haciéndole accesible a cualquiera más allá del número de seguidores que aglutine. Pero es una falsa democratización porque dependerá del dinero que se acumule en el bolsillo. Si de verdad quisiera que esta opción -de dejar claro quién está detrás de cada cuenta- estuviese a disposición del usuario pobre y del rico la habría ofrecido gratis. Pero el prestigio también debe cuadrar las cuentas a final de mes.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Empieza febrero de la mejor forma y suscríbete por menos de 5€

Publicidad