

Secciones
Servicios
Destacamos
Sólo caben tres probables causas ante la sorpresa y frustración provocada por el suspenso de la mayor parte de la Comunitat, que se queda anclada en la fase cero de la desescalada mientras la mitad de España avanza. Dos de ellos implican un estrepitoso fracaso de Ximo Puig, en concreto que no se haya enterado del alcance real de la pandemia en nuestro territorio o que haya decidido esconder la verdad a la opinión pública insistiendo en que estábamos preparados para aliviar el confinamiento. La tercera razón estaría en que aquí estamos bien y el Consell ha hecho bien las cosas, pero el Gobierno de España ha tomado una decisión perjudicial y quizá intencionada contra la Comunitat. Este es un análisis ventajista que en Valencia tiene muy buena prensa, de caballo ganador, la queja por el maltrato histórico, a veces justificada y otras fabricada. Es ese complejo bien arraigado, 'la profe me tiene manía', que suele usarse partidistamente. Quizás esta vez no sea un complejo sino un hecho cierto, teniendo en cuenta que ni conocemos las tablas comparativas provinciales con los criterios objetivos utilizados para tomar las decisiones ni sabemos siquiera quiénes forman ese comité de expertos anónimo y encapuchado. Una opacidad que supone una verdadera aberración democrática, escandalosa, pero que es una más de las que se viene sirviendo el sanchismo durante esta crisis. En todo caso, responsabilizar al Gobierno de victimizar a Valencia es la única salida que tiene la Generalitat para salir del pozo y excluir su culpa en el desempeño sanitario, de ahí que desplegara todas sus terminales para desviar el fracaso a un tercero.
Si viéramos los criterios objetivos, sabríamos qué ha pasado. Pero ya se encargarán de mostrarlos de tal manera que puedan dar lugar a interpretaciones varias, para que todo el mundo salve la cara dentro de la gran familia socialista. Señalar al Gobierno como culpable presenta sin embargo inconvenientes para Ximo Puig. (1) Lo primero es que otras comunidades se sienten igual de perjudicadas; Juanma Moreno lo está vendiendo como un ataque a Andalucía «por usar criterios políticos para dejar fuera a Málaga y Granada». (2) Así que sepamos que no estamos solos en el pelotón de los maltratados. Luego está la Comunidad de Madrid, con la que acabamos de hermanarnos involuntariamente. Decía ayer la prensa conservadora de la capital que el Gobierno les negaba la fase uno «sin criterio técnico» y que había aprovechado para «atacar a Ayuso y hacer pasar por científicas decisiones que tienen trasfondo político». Señalaba en cambio la prensa progresista que «la propaganda del PP madrileño choca con la realidad sanitaria, según parámetros objetivos». 3) Más inconvenientes; Puig se suma de esta manera al carro de los críticos con la gestión sanitaria gubernamental, abundando en los errores de bulto cometidos. Ahora incorpora acusaciones de arbitrariedad con los distintos territorios en función de intereses inconfesables a las denuncias previas de reacción tardía, improvisación, rectificaciones, escasez de material, desprotección a los sanitarios, compras fallidas, residencias abandonadas, etc. (4) De ser cierta la desafección sanchista hacia Valencia, ¿en qué lugar queda el peso político del President?, ¿le pueden hacer una bajeza de tal calibre sin consecuencias?, ¿cuál es su influencia real en el PSOE?, ¿cabe más humillación para él que verse emparejado con Díaz Ayuso?
Unos y otros intentarán que nos quedemos sin conocer la verdad. Ni a la Generalitat y ni al Gobierno le interesará que se publiquen datos científicos, contrastados y de valor indiscutible. Puig ha decidido acogerse al mal menor. Señalar al cielo mientras la tierra se abre bajo sus pies. ¿Se equivocó respecto a la realidad? ¿Nos ha mentido sobre nuestra verdadera situación? Ya veremos. Para empezar, se le complica desde ya la gestión sanitaria, económica y social de la crisis, al fragmentarse el territorio en dos realidades distintas. Quería comarcalización bajo la fórmula de los distritos sanitarios en vez de provincias, pues ahí lo tiene, otra cesión en forma de regalo envenenado. Lo principal de la decepción colectiva radica en que la decisión gubernamental nada tiene que ver con las expectativas creadas por el Consell, según las cuales íbamos sobrados para pasar de fase teniendo en cuenta la cifra de contagios, las infraestructuras disponibles y el material sanitario comprado en el mercado chino. Todos dábamos por descontado que mañana comenzaba una etapa nueva. La frustración social ha sido enorme y el perjuicio muy grande para los negocios que ya se habían preparado para abrir el lunes; desde compras para abastecerse hasta sacar a su personal de los ertes. Les han cambiado los planes un viernes por la noche, lo que redunda en la percepción de que los actuales gobernantes son insensibles respecto al funcionamiento del tejido productivo.
La consellera Barceló, muy buena gente, lo ha expresado con rabia, determinación, impotencia y un tono de voz más agudo y alto que de costumbre: «no lo compartimos, hemos cumplido, nos pusieron matrícula de honor». Es un mazazo enorme para su credibilidad. Se está achicharrando en esta crisis y ella debe saberlo, cuando llegue el momento le harán pagar la cuenta. Ya le quitaron a su departamento el control de las compras sanitarias porque la rumorología era fea e intensa, pasando a ser competencia de María José Mira, una figura clave en los centros de poder y que puede consolidarse más pronto que tarde como sustituta de Vicent Soler, al que la pandemia le ha sacado de los focos después de que el gobierno sanchista le dejara sin discurso. Barceló también perdió la gestión de los contratos de hospitales de campaña, que fueron a parar a Gabriela Bravo y donde todavía queda por ver si aquello fue una buena idea o una ocurrencia (aún no se han puesto en servicio). Y entre el cuerpo sanitario la consellera Barceló tampoco conserva mucho ascendiente, debido al alto número de profesionales infectados.
Reconozcamos al menos que Puig, Barceló, Mira o Bravo están dando la cara, a su mejor entender. Oltra sigue casi desaparecida para los medios, algo ajeno a su naturaleza, pero conviene tener en cuenta el lastre de los centenares de muertos en las residencias de la Comunitat. Compromís y Podemos claramente decidieron quitarse del medio, desaparecer, protegerse. Que el PSPV asumiera todo el desgaste. Mollà ni viene. De Climent no se sabe destino. Dalmau está muy ocupado con decorar su oficina. Y Rosa Pérez, la de Transparencia, lleva meses sin hacer públicos los contratos de la administración, cosa que en ella no extraña a nadie. Ha confundido el teletrabajo con el absentismo funcionarial.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Santander, capital de tejedoras
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.