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La profecía del Rat Penat

La profecía del Rat Penat

Con motivo del Congreso Universitario de Historia Comarcal, el autor realiza una reflexión sobre uno de los símbolos que más identifican a los valencianos

DR. FRANCISCO A. CARDELLS-MARTÍ DIRECTOR CUHC - UNIVERSIDAD CATÓLICA DE VALENCIA

Martes, 2 de abril 2019, 08:24

Muchos pueblos tomaron del repertorio faunístico para escoger del elenco sus símbolos. Otros, más enraizados, se identificaron con animales autóctonos reales y cotidianos. Ahí tenemos los canguros de Australia, las avestruces en los desiertos africanos, los osos polares en el casquete del norte y los pingüinos en el del sur. Pero si hubo un lugar en la Tierra más profundo que desde el pasado más remoto alimentó la imaginación ante una criatura fascinante hasta mitificarla en sus textos proverbiales y representarla para rematar banderas y escudos llevándolo hasta los confines del orbe, ése sitio singular fue nuestra querida Valencia y su animal el murciélago o ratpenat.

Se trata de un mamífero volador de orígenes antiquísimos y con propiedades sobrenaturales, capaz de devorar plagas de mosquitos en nuestras marjales, orientarse en medio de la oscuridad de la noche por sistema de ultrasonido y hasta de convertirse en uno más en el hogar al anidar en las casas de los labradores de l'Horta de Valencia.

Cuentan los mayores que en ese periodo misterioso que llamamos «temps de moros», de boca en boca iba una leyenda oral discurriendo en nuestros pueblos, que advertía de la profecía que la Balansiya de la media luna desaparecería por completo y renacería de nuevo el cristianismo cuando aquellos quirópteros dieran la espalda a sus moradores y se marcharan. Aquello se cumplió después de la Batalla del Carraixet, en verano de 1237, cuando las tropas de los cruzados de Jaume de Aragón saquearon los trigales de las huertas periurbanas y los nativos abandonaron los pueblos de la comarca. Los murciélagos dejaron los campos desolados, sellando el presagio que inclinaba la balanza a favor del nuevo rey anunciado.

Unas décadas después, el mismo Arnau de Vilanova, con datos en la mano, se apresuró a recuperar del Bestiario medieval la figura del Vespertilio, anunciando un símil entre Jaume I y el Rat Penat, pues el primero aplastaría los sarracenos como el segundo los mosquitos. Es el nuevo rey de la Casa de Aragón, un joven rubio venido de Occidente nacido para ser la ruina de los musulmanes en Constantinopla, Egipto y Tierra Santa se asimila al murciélago.

Esta alianza en favor de los conquistadores se había difundido entre el pueblo al propagarse la noticia que un murciélago enredado en un tambor avisó de una emboscada en el campamento cristiano de Russafa en vísperas de la rendición de 1238. Sea como fuere, las ciudades medievales principales de la Corona de Aragón, que son de realengo, tuvieron el privilegio de rematarse con este animal totémico, caso de Valencia, Fraga, Barcelona, Palma de Mallorca, Albacete... aunque desgraciadamente algunas han renunciado a dicho honor en la última centuria.

A los habitantes de Valencia se les pidió que fueran como aquel gran murciélago, aquel monarca gigantesco, «aquell homenot» que superaba en más de un palmo al resto, que llevó la cruz y la espada unidas hasta el final, que tuvo tantas hazañas en su vida que los valencianos lucharon por su canonización y despechados de no verlo en los altares tomaron sus objetos para exhibirlos como reliquias y hasta venerarlos.

Hoy, ocho siglos después, resonará en nuestro recinto académico de la Universidad Católica de Valencia y con motivo del V Congreso Universitario de Historia Comarcal el valor de los símbolos para los territorios, y de manera singular el del Rat Penat, que sin duda pasa por ser el referente principal en todas partes de la expresión de los valencianos.

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