Directo Última mascletà de las Fallas 2025: lluvia de pólvora de Caballer FX para cerrar el ciclo

El cliente siempre tiene la razón. Es una máxima que me ha encantado toda la vida. Aunque muchas veces sea falsa, porque hay clientes que ... son para darles de comer a parte. Y lo mismo pasa con los profesores. El maestro siempre tiene la razón. Aunque, antes y ahora, también hay algún que otro elemento en el gremio. Pero ellos mandan. Son la autoridad. Y como tal, hay que respetarla. Porque si no, de aquellos polvos estos lodos. De no hacer valer la figura del maestro se pasa a levantar la mano a los padres en casa. Que ahí están las últimas estadísticas de la Fiscalía, con cada vez más casos de malos tratos de hijos a padres. O la odiosa frase que muchos adolescentes sueltan a víctimas de sus delitos, o con el todo el cuajo del mundo a los policías que van a detenerles: «Soy menor y no puedes hacerme nada».

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Pondré el ejemplo de un caso real. Un padre comprueba a través de la plataforma Educamos, la que avisa de incidencias y ausencias en las aulas, que su hijo (matriculado en la ESO) ha recibido una amonestación durante la mañana. «Molesta en clase», dice el aviso del profesor, un hombre veterano, de los maestros de antes, chapado a la antigua. El progenitor aguarda a mediodía para preguntarle a su hijo qué ha pasado. El sancionado relata su versión de los hechos. Al entrar en clase el profesor, todos los chavales estaban hablando. El docente monta en cólera al ver que nadie le hace caso y manda unos ejercicios como castigo. El apercibido asegura entonces que el motivo de la amonestación fue simplemente el siguiente: se giró para pedirle a otro compañero un material escolar que necesitaba, lo que el profesor interpretó como que los dos seguían de cháchara. «No era verdad», dice el niño. Sanción al canto. El padre cree a su hijo, pero con reservas. Le dice que confía en su versión y que le mandará un correo electrónico a su maestro para preguntarle por lo ocurrido. Y entonces sale toda la verdad a relucir. «Es que no te lo he contado todo», confiesa el chaval. Y reconoce que, además de la escena de pedir material, antes ya había desobedecido al docente volviendo a hablar después de que él lo prohibiera.

Es una nimiedad. Una situación escolar sin importancia y apenas gravedad. Pero, ¿qué hubiera pasado si el progenitor, en lugar de dialogar a fondo con su hijo, la emprende a descalificaciones y ataques contra el docente por el 'injusto' castigo? Pasa mucho. Me lo cuentan algunos profesores que conozco. Tutorías que organizan para tratar de encauzar a alumnos descarriados y que acaban con los padres cargando contra los tutores educativos «porque mi niño no es así de malo, eso es usted que no lo hace bien». Luego si el niño acaba en una comisaría seguro que también les dicen a los policías que es que hacen mal su trabajo. O si acaba en un centro de menores, es que la ley es injusta.

Educar es tan maravilloso como apasionante y difícil. Padres y profesores deben ir siempre de la mano. Antes, si llegabas a casa con un suspenso o una nota de las que viajaban en la agenda, te llevabas un buen puro. Seguramente también un castigo. Ahora, no pocos padres achacan la responsabilidad a los docentes. Y así creamos nuevas generaciones que no admiten jamás la culpa. Que no desarrollan sentido de la responsabilidad. Que no van a esforzarse por mejorar. Que siempre retozaran en la cultura de la mediocridad. La del mensaje de 'que el niño no se traumatice'. Como dice el maestro Pérez-Reverte, estamos criando tontos. O monstruos.

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