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La prostituta

ROSEBUD ·

Antonio Badillo

Valencia

Martes, 24 de enero 2023, 00:18

Las palabras se las lleva el viento, alertó el preboste romano. Ignoraba que a veces pesan demasiado para dejarse arrastrar por el tiempo. Como las de ella. «Cariño, aquí sólo importas tú, ya me apañaré yo». No fue una declaración de amor, aunque lo pareciera. ... Lo evidenciaban el tono quejumbroso, propio del reo que memoriza su sentencia; la mejilla enrojecida, y no era rubor; el inmenso derrame que enmarcaba un ojo amoratado por los golpes, y no sólo los que da la vida. Aquella noche apenas quería aprobar una práctica universitaria y echar unas risas. Periodismo de investigación, tema libre, así que escogí el sida, motor de una psicosis equiparable a la de nuestro primer Covid. Habría estadísticas, y opiniones médicas, y no sé cuántas cosas más, pero también población de riesgo, de modo que completaba el guion el testimonio de una prostituta. Ya fuera por vergüenza, miedo o sobredosis de programas de cámara oculta -y con la perspectiva del tiempo también un déficit de escrúpulos, nada que los años no curen-, el caso es que descartamos ir de frente y el rudimentario operativo clandestino constaba de micrófono en la mano izquierda y cable disimulado por la manga hasta un walkman. Ávidos de aventura, los cuatro amigos incluimos la entrevista en la agenda de otro sábado de farra, entre la ronda de cubalitros en la plaza Xúquer y la peregrinación a Bananas, y allá que nos lanzamos en el Opel Corsa blanco. Ejercía de cobaya el quinto elemento, un rubicundo norteamericano, nunca supe de dónde salió, emparedado en el asiento de atrás. Aplastaba las tes y estiraba las oes, así que me llamaba Choooni, y como el pobre no entendía su papel se relamía ante la macanuda sorpresa que le preparaban los españolitos. El diálogo con ella fue breve: que si queremos que el yanqui se vuelva contento a casa, que qué mono es, que teme al sida, que no se preocupe que nosotras nos hacemos chequeos... Y tras los señuelos colé la pregunta que me interesaba. ¿Pero no tienes miedo de que te lo contagie un cliente? Entonces lo dijo. «Cariño, aquí sólo importas tú, ya me apañaré yo». Le respondí que mejor lo dejábamos, una mueca de decepción ella y dos el guiri, de pronto sentado sobre una calabaza, zanjando una historia que ahora la actualidad rescata del subconsciente. 'Pretty Woman' tiene tanto de comedia romántica como de ciencia ficción, así que podemos pedir otro bol de palomitas o combatir un problema. Y sin más dilación, que el mal siempre va dos pasos por delante de las buenas intenciones. Lo supe al ver sobre el asfalto a aquella mujer apuñalada por su expareja a doscientos metros de un cartel: «Municipio protegido contra la violencia de género». El pulso a la prostitución será otra arista en el tramo final de la legislatura, pendiente de la refriega política. Poco hay que debatir: sancionar a la víctima es castigarla dos veces, mientras que regular el martirio como un trabajo viste al proxeneta de empresario y da cobertura legal a su inframundo violento y denigrante. No queda más salida que abolir, atajar la oferta penalizando la demanda. Los pueblos valencianos lo ven claro. El Gobierno ya tarda. Con qué gusto convertiría el viejo cuatro latas en DeLorean para encarar su rostro magullado y decirle: «Te equivocas, tú también importas». Aquella noche me fue imposible, no quería engañarla más.

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