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Aficionados del Valencia en la última protesta. JESÚS SIGNES
Nadie puede con la afición del Valencia

Nadie puede con la afición del Valencia

ANÁLISIS ·

Martes, 31 de mayo 2022, 00:13

El egocentrismo de Peter Lim es tan descomunal que sólo cuando Anil Murthy se ha referido a él es cuando lo ha decapitado. Ni cuando el ya expresidente ofendió a la afición del Valencia mandándoles callar, ni cuando menospreció a las peñas echándolas de su ... sede, ni cuando se cargó la grada joven, ni cuando se atrevió a cuestionar las medidas que la Generalitat llevaba a cabo para sobrellevar el coronavirus, ni cuando inició una purga en el club para desnaturalizarlo. En esos momentos el magnate ni sentía ni padecía. Claro, está a once mil kilómetros, decían. Pero ha sido rebajarlo a simple aficionado y torcer el morro. Cita en Singapur y a la calle. La destitución era obligada, pero llega tarde. Justo tres años. Demasiado tarde. Cuando Murthy exigió silencio al corazón del valencianismo debió haber durado cinco minutos en un sillón que ennoblecieron Luis Casanova, Augusto Milego, Arturo Tuzón o Jaume Ortí. Pero Lim seguía desaparecido. Y mientras Singapur se alejaba, el valencianismo dignificaba su militancia. Ahuyentó esa censura llegada de la capital que tildaba a la afición blanquinegra de excesivamente crítica. Incluso fría. Mestalla ha dado una lección de preservar el sentimiento, de defender los fundamentos de una entidad centenaria. Es partícipe y autor de la destitución de Anil Murthy. El diplomático se creyó tan poderoso que menospreció la fuerza de un pueblo. Pero nadie puede con la afición del Valencia, los únicos dueños de la entidad. Lo que tiene Lim es dinero y acciones, jamás tendrá conciencia de lo que supone ser valencianista. Es una cuestión de piel, de corazón, de militancia. Libertad VCF, De Torino a Mestalla, Espíritu del 86 o Marea Valencianista han liderado el oleaje contra Meriton que han secundado todos los sufridores. Pero hay que seguir. Porque Murthy ya no estará pero Lim sigue aquí. Será Sean Bai o cualquier otro. El objetivo necesario es que la propiedad cambie. No hay tiempo ni caben más excusas. Porque las grandes decisiones del Valencia no se tomaban en Micer Mascó. Las renovaciones de Gayà o Carlos Soler debían tener el plácet del magnate, como la errática planificación deportiva es cosa suya o el nulo interés por finalizar el estadio. Pero al menos ha desaparecido de la entidad un tipo tan soberbio y sin principios como Anil Murthy. Cuando pasen los días dejará de ser hasta un recuerdo. Actuó con formas totalitarias hasta para acallar a la prensa. No creía en la libertad de información, algo propio de su país, como tampoco en la libertad de opinión de unos seguidores que promueven los valores del relato de padres a hijos, de la fidelidad a un escudo y del sentimiento de pertenencia. Que jamás se olvide: nadie puede con la afición del Valencia.

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