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La Comisión Europea publicó esta semana un Manual de Lenguaje Inclusivo en el que prohibía a sus funcionarios felicitar las Navidades con un obvio «feliz Navidad». Considera el susodicho texto que esa expresión resulta insultante al dar por hecho que ambos interlocutores son cristianos y por eso obliga a sustituirla por el insípido «felices fiestas». La polémica que suscitó este Manual creó tal mogollón que Helena Dalli, la comisaria competente, se vio obligada a retirarlo a toda prisa. Debo confesar que a mí la imposición multicultural no me sorprendió, estoy curado de espanto político, pero sí que el enfado de los supuestos ofensores navideños se expresara con vehemencia y que la Comisión se envainara la chorrada. En España hace mucho que la administración se ha pasado al «felices fiestas» y nadie ha dicho ni mu por si lo tachan de fascista.

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Al llegar diciembre, me entristezco comparando cómo mantienen sin complejos su tradición navideña en Francia, Bélgica o Alemania y cómo nos esforzamos aquí por destruir la nuestra con reinas magas y sin belenes. Y no es que el sentido cristiano sea imprescindible, de hecho, el plenilunio de invierno lo seguimos conmemorando con una gran cena pagana, y tampoco que me produzca dentera que los mismos comisarios europeos que en Twitter se mueren por cumplimentar a los musulmanes por el Ramadán sean los que luego quieren prohibir felicitar la Navidad, no, nada de eso, es que la esencia de Europa consiste en los valores que nos llevaron del pensamiento mágico al científico, de la teocracia a la democracia, y que esos valores resultan innegociables. Los trescientos espartanos, Roma, las catedrales, Galileo, Leonardo, Cervantes, Mozart, los cafés, el vals, Einstein..., eso es Europa y, sí, también la Navidad. Pregunten si no en Estrasburgo, o a Dickens. Podemos aceptar que otras culturas convivan con la nuestra, pero renunciar a nuestra cultura para que las otras se sientan cómodas es suicida, además de una gilipollez.

Si lo pienso, me parece que la multiculturalidad encaja mal en Europa ya que la cultura europea es plural, pero una y no muchas en contradicción. Además, no se me ocurre otra fiesta más inclusiva que la Navidad, su espíritu reside precisamente en que todos los hombres somos hermanos. Por ejemplo, ¿se puede decir «feliz orgullo gay», «feliz día de la mujer» o «felices Fallas», no siendo uno gay ni mujer ni fallero, pero no «feliz Navidad» por si alguien se siente indebidamente tildado de cristiano? En fin, no vuelva nadie a preguntarme por qué quiero largarme a repoblar la España vacía.

Cómo nos esforzamos aquí por destruir nuestra tradición con reinas magas y sin belenes

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