James Cagney es un alto ejecutivo de Coca-Cola en Berlín que quiere legalizar la venta del refresco más allá del telón de acero en vísperas de la construcción del muro. Su empresa es el gran símbolo del enemigo para el bloque comunista y la colaboración de las autoridades soviéticas y las alemanas no es que sea nula, sino que despliegan una sucesión de trabas e impedimentos que le mantienen en un constante ataque de nervios.
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Por si fuera poco, la heredera de la compañía, una cabeza hueca que se cree que toda Europa es París, decide cruzar la Puerta de Brandenburgo en su viaje de estudios y desde Atlanta le encargan a Cagney que cuide de la chica como si fuera su propia hija.
La guerra fría en pleno desplome hacia el 0 absoluto, los enfados de su secretaria/amante, el pasado nazi de media plantilla, los caprichos de una adolescente mascadora de chicle, la inesperada aparición de un atractivo joven y fanático marxista... ¿Qué puede salir mal?
Efectivamente, en 'Uno, Dos, Tres' (One, Two, Three, Bill Wilder, 1961) lo que empieza como una semana normal se convierte para el pobre ejecutivo de 'la chispa de la vida' en una carrera de obstáculos en la que finalmente todo parece terminar de la mejor manera, hasta que después de dejar a la muchacha sana y salva en el aeropuerto se encuentra una máquina de bebidas en la que le ofrecen ¡Pepsi!
Los primeros ejecutivos de muchas multinacionales que están asentadas en la Comunitat o que pretenden estarlo son hoy James Cagney 4.0. Ford, Lafarge, Cemex, Intu... en algunos casos afrontan problemas propios de sus sectores en una recuperación económica que no sólo no termina de despegar, sino que en plena pista de despegue no hace más que encontrar nuevos baches.
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En otros, desde las administraciones públicas les lanzan inesperados regalitos que las elecciones municipales, autonómicas, generales y europeas no han hecho más que llevar a ebullición. En un momento en el que los partidos han dejado de disputarse el centro político y la persecución de un voto transversal y han optado por ofrecer constantes muestras de pureza de sangre, los gobiernos de izquierda y las empresas están viviendo una película de Don Camilo y Don Peppone, privada de la gracia que le daban en su día Fernandel y Gino Cervi.
Ahora no hay espacio ni para media broma. El 'conmigo o contra mí' ni siquiera permite la negociación, ya que la postura del partido viene escrita de antemano y parece asentado que más vale afianzar un puñado más de votos que fundirse decenas de empleos que el interesado en el asunto ya daba por perdidos. Con estos cálculos quizás más de uno revalide el puesto en su pueblo o su escaño, pero de ahí a gobernar y ser buen gobernante media un muro de esos que creíamos haber visto caer la mágica noche del 9 noviembre de 1989.
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