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Estábamos en pleno entretenimiento nacional a costa del serial televisado en el que se había convertido el lío del PP cuando, casi en el último ... capítulo de la temporada, nos sorprende Putin con su decisión de apretar el botón de la invasión sobre Ucrania. Porque así ha empezado todo. No como una guerra, sino con la invasión por parte de un país enorme atacando a otro que, en inferioridad de condiciones, está intentando defenderse como puede. Y así ha estallado una guerra a menos de 3.500 kilómetros de distancia de la Plaza del Ayuntamiento según el sabio google. Una guerra de incalculables consecuencias que nos llega con la moral por el suelo tras dos años de pandemia.
La guerra de Ucrania es el resultado de un fracaso que ha evidenciado las vergüenzas de una Europa débil y desubicada en un nuevo orden mundial con otros equilibrios. Como decadente. La realidad de una economía demasiado dependiente, también en lo energético, y de una industria en crisis profunda intentando reinventarse tras tantas deslocalizaciones a costa de la maldita globalización. Un sector primario abandonado, con las economías familiares a las puertas del abismo y el índice de precios desatado -más del 7 por ciento la cifra más alta en 30 años-. Y demasiadas amenazas a la vuelta de la esquina.
En los momentos difíciles como el actual, ahora que se está intentando negociar un acuerdo de paz, es cuando los lideres políticos, el cuerpo diplomático, las instituciones europeas y organismos internacionales, deberían demostrar su utilidad. Reaccionar y evidenciar con hechos su capacidad de resolver este conflicto. Demostrar que hemos aprendido de los errores del pasado.
He echado de menos una actitud mucho más contundente por parte del presidente Sánchez ante el dolor, el hambre y la indefensión ucrania. Está atrapado por sus socios que están más a su izquierda, es decir, Podemos, que están tan callados que conviene subrayar sus silencios en fosforescente. Será porque Putin es hijo del comunismo soviético y sus principales apoyos países como Venezuela o de su órbita como Bielorrusia. Veremos que nos cuenta Sánchez hoy puesto que por fin ha convocado al parlamento para dar cuenta de sus planes. Quizá nos sorprenda. Quién sabe. La realidad es que la indefensión de Ucrania hoy es inversamente proporcional a los 65 kilómetros de tanques y de artillería pesada rusa que acechaban ayer Kiev. Su dimensión evidencia que Putin ha calculado sus movimientos. Ojalá sea sólo eso, una demostración de fuerza.
Confieso que me abruma la preocupación y que me encantaría volver al entretenimiento de las polémicas de mesa camilla a las que nos tenía acostumbrados la actualidad informativa de este país. Me falta Alberto Garzón y sus tropiezos dialécticos periódicos capaces de animar cualquier tertulia. O las carantoñas de la elegantona y podemita Yolanda Díaz. Incluso también el cotilleo rosa que merece el retoque estético de Pedro Sánchez por sus 50 años como apuntaba LOC este fin de semana. Las cosas de siempre, vamos. Y que se acabe la guerra. ¿No les parece?
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