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Querer a un animal

ROSEBUD ·

Antonio Badillo

Valencia

Lunes, 9 de enero 2023, 23:46

Lo llaman Chispa porque nació fuego y pasión, pero hoy no es más que un anciano. Rebasados por su longevidad los límites de la lógica, ya sólo espera. Su momento. Y está al caer. Las patas traseras, que hicieron del andar paso de baile, son ... flan. Los oídos se hartaron de oír, y de ver los ojos, oculta su mirada afilada, profunda un día hasta el desconcierto, tras dos inmensas cataratas, diques invisibles frente al mundo. El vital Chispa, de pronto un perro sin sentido; llegó a dominar seis y ahora apenas cuenta tres, quién fuera gato para disponer de una bola extra. Su simpatía se volvió huraña. Gruñe y blande el único diente que le queda, puro orgullo, cuando le ajustan el pañal, sin entender que hasta el abuelo de Popeye infundiría más miedo. Gimotea antes de subir escaleras, dichosos huesos; se cae de las aceras, qué difícil ya calcular la distancia, y parece dispuesto a comprobar -mire vuestra merced que no son gigantes, sino árboles y matrículas- cuántos golpes resiste esa cabezota que dejó de buscar caricias. La demencia lo convierte en peonza, desorientado mientras renquea en círculo, y la ceguera en estatua, inmóvil frente a toda pared donde su imaginación pinte algo, seguramente comestible. Qué no daría por asirse a un andador, pero ya ves, la naturaleza le negó la condición de bípedo, nada menos que a él, capaz no hace tanto de bailotear a dos patas durante minutos ante el estímulo de un trozo de carne. La llaman Nube por el color de su pelo, aunque era un tizne andante cuando la rescataron de aquel escaparate-prisión, arrebujada entre periódicos y con lombrices suficientes para abastecer a un club de pesca. Siempre fue la pequeña, pero hoy es otra anciana. Sólo pide brazo, y pecho no porque un olmo jamás dará peras. Gimotea antes de bajar escaleras, maldito vértigo; anda sin parar hasta el alba, ahora ya sabemos que porque se ahoga -clac, clac, sus pisadas descascarillando el sueño ajeno como el piolet de un alpinista-, y pasó la noche de Reyes en una UCI. Paciente geriátrica, le diagnosticaron. Eso y la cardiopatía que desembocó en edema pulmonar, una crisis por asfixia cada treinta minutos. Granuja el destino: siendo nube y amor, está escrito que se la llevará por delante un soplo en el corazón. También ella se limita ya a esperar. La cosa irá rápida, vacía de milagros su chistera, mientras la familia adoptiva compra a un veterinario sacacuartos algo de tiempo para la despedida. Chispa, apenas las ascuas del fuego que fue. Nube, cristal de Bohemia a punto de estallar. Sus historias, el final de ellas, no interpelan al amante de los animales. Tampoco a quien los detesta, que en el pecado lleva la penitencia y bastante tuvo con no heredar sensibilidad suficiente para disfrutar del cariño más auténtico. Al del 'sí pero no' van dirigidas. El envejecimiento de un perro es tan prosaico como el de un humano. Tantas veces reniego del día en que les abrí la puerta como me avergüenza mi debilidad, pues nada que pidan superará lo que ya dieron. Si inicias este camino, asegúrate de llegar al final. Adquirir un animal requiere un compromiso de recíproca lealtad. Compras un juguete -la raza de Nube se apellida 'toy'- pero asumes una responsabilidad, y sólo aceptar lo segundo habilita para lo primero. Tener no es querer. Una de cada tres mascotas regaladas esta Navidad lo sabrá cuando la abandonen.

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