¿Qué habría escrito Larra de no haberse suicidado a los veintisiete? ¿Y Bécquer? ¿Y Lorca? La muerte de los creadores en plena juventud siempre nos deja una duda dentro de un vacío en el corazón. No es lo mismo cuando los poetas se agostan de viejos igual que árboles estrangulados por los nudos de sus maderas, la artrosis de sus ramas, la desnudez de su leña, no es lo mismo, no, la decadencia de los ancianos resulta del agotamiento de sus ideas.
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Pero la juventud, ah, la juventud, ese bólido de prisas injustificadas, seguridades ridículas, deseos torrenciales, sentimientos crudos..., ese tiempo sin aburrimiento, esa paradójica sensación de inmortalidad, la juventud consiste antes en promesa que en colofón alguno. Cuando muere un joven artista, por notoria que haya sido su obra inacabada, lo más llamativo de su legado consiste en la expectativa que deja sin satisfacer. ¿Qué nos hemos perdido?
Me lo pregunto de Cecilia. Leo que se cumplen cincuenta años de su primer disco, llamado también «Cecilia», ¡cincuenta años!, y pese a que sus canciones han seguido siendo versionadas hasta nuestros días, me invade la nostalgia por lo que no llegó a decir de la Transición, de la inteligencia artificial, de la España vacía, del Emérito, de los enemigos del Emérito... Me había gustado escuchar a Cecilia cantar al asesinato de Miguel Ángel Blanco, al 15-M o a la sequía que viene. El choque de un coche contra un carro de bueyes, ¡metáfora redonda sobre la Celtiberia eterna que se cruza en el camino!, nos privó de un millón de buenas canciones, de un torrente de versos corriendo en paralelo a nuestras vidas. Lo difícil era lo que hizo, burlar a la censura franquista con 'Dama, dama' o 'Me quedaré soltera', lo fácil habría venido después, pero..., sí, pero nunca llegó. Como la de Nino Bravo, su voz se apagó en una carretera de Castilla.
En las canciones de Cecilia reposan historias comunes que parecen extraordinarias. 'Doña Estefaldina', 'Nuestro cuarto' o 'La primera comunión' retratan a personajes que conocimos en aquel entonces y que si no los conocimos será porque éramos nosotros mismos. Lo de 'Un ramito de violetas' son palabras mayores, ese misterio, tan del 'Amor de don Perlimplín...', nos hizo soñar a muchos con que Cecilia no hubiera muerto en realidad. Aunque murió y se llevó nuestras futuras melancolías. Aquí los poetas no llegan a viejos y si alguno lo consigue suele ser porque se salta la juventud. Echo de menos a Cecilia, a una novia presentida a la que no llegué a conocer. Mi querida España, mi querida Evangelina Sobredo, mi querida Cecilia.
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