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La oscuridad de la plaza me hizo recordar la llegada a Wroclaw en una pequeña furgoneta, de madrugada, a finales de los noventa. Esta pequeña ... ciudad polaca, universitaria, tiene una plaza central alegre y colorida, reconstruida tras los destrozos que sufrió durante la Segunda Guerra Mundial. Pero aquella noche el viaje terminó junto a unos edificios, apodados 'lápices', que acogen las residencias universitarias: dos bloques de cemento, magnífico exponente de la arquitectura soviética, bien equipados. Por las condiciones climáticas, no pudo despegar el avión que hacía la ruta Varsovia-Wroclaw. Tras horas de espera, armados de humor, unos bocadillos de mortadela proporcionados por la compañía y algo de incertidumbre, realizamos el viaje por carretera. Viajé tres veces dentro de los programas Tempus-Sócrates-Erasmus, que se pusieron en marcha tras la caída del muro de Berlín.
Recordé todos los detalles del primer viaje al atravesar la plaza central de la ciudad, entre penumbras, a media tarde, de camino a la Ciudad de las Artes y las Ciencias. Iluminada, por decir algo, con tres focos de luz: los conos que simulan árboles, la publicidad del propio Ayuntamiento proyectada sobre la fachada y las abundantes luces led que rodean la pista de patinaje; para evitar reclamaciones por caídas, imagino. Si no fuera porque, verdaderamente, la visibilidad es muy baja sería, por la obviedad, hasta gracioso: en plena Navidad, brilla más que nunca, en la plaza del Ayuntamiento, la oscuridad. Ya nos avisó, pero no del todo: «No vamos a poner todas las luces del mundo, pero tampoco vamos a tener una ciudad a oscuras». Efectivamente, la plaza se ilumina, al parecer, con el video-mapping de la capitalidad del Diseño, la capitalidad Verde Europea y la capitalidad del Turismo. Más que la Navidad, se iluminan los proyectos de cabecera de la alcaldía, a pocos meses de las elecciones. Y todo por 48 céntimos per cápita. Una inversión muy rentable. Y sostenible.
La oscuridad impostada es anécdota, la publicidad levedad -por citar, con propiedad, a Kundera-. Para creyentes y no creyentes, luz es paz, alegría, esperanza y amor, una oportunidad para el reencuentro. Valores compartidos en un marco de respeto y celebración. Venimos de tiempos oscuros. Por eso, lo que no se celebra en la calle se celebra en casa con ganas. Especialmente este año en el que, más que nunca, dejamos atrás las restricciones y tratamos de hundir en el olvido la zozobra que nos trajo la pandemia. No las enseñanzas y tampoco lo que perdimos: las sillas vacías antes de tiempo ocupan un lugar especial en el corazón.
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