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El alcalde de Valencia defiende su rechazo a una comisión de investigación en el Ayuntamiento sobre el fraude en la EMT porque, según él, no es un caso de corrupción política, por lo que será la propia empresa la que analizará lo ocurrido. Aunque aceptemos el planteamiento, aunque demos por supuesto que el concejal de Movilidad y presidente de la compañía, Giuseppe Grezzi, no se ha lucrado con este delito ni ha cooperado en su ejecución, es evidente que estamos ante un caso de ineptitud en la gestión de los asuntos públicos cuyo resultado final es la desaparición de 4 millones de euros de la cuenta corriente, que ya veremos si se recuperan. ¿No es acaso un buen motivo para montar una comisión en el Consistorio que aclare lo sucedido y, sobre todo, trate de poner remedio para que no vuelva a ocurrir? No se puede recurrir a la simpleza de que estamos ante un vulgar delito para proclamar a los cuatro vientos que todo ha funcionado a la perfección. Si un ladrón entrara en la sede central del Banco de España en la calle de las Barcas, se dirigiera a la cámara acorazada aprovechando un cambio de turno en los servicios de vigilancia, la abriera sin problemas, se metiera unos cuantos millones de euros en la mochila y saliera del edificio largándose tranquilamente, me imagino que los responsables de la entidad no tratarían de explicar que no era culpa de ellos, que el responsable es el delincuente por entrar y llevarse el dinero. Porque hay robos, se establecen mecanismos de seguridad, tanto físicos como en la red. Y si son fácilmente traspasados la conclusión es bien sencilla: no son suficientes. Si encima hay una auditoría que advierte de la inexistencia de un plan de riesgos informáticos, no puede el en otros tiempos azote de la corrupción del PP -tanto de la real como de la imaginada- pretender ahora salirse de rositas cuando hay una evidente responsabilidad política por una deficiente gestión de la empresa, de sus procedimientos contables y de su funcionamiento interno. Y apuntar a la entidad bancaria, que al fin y al cabo es quien avisó a la EMT del dinero que se estaba moviendo de una forma sospechosa, no hace más que corroborar el nerviosismo por este pufo millonario. Nada, por otra parte, que nos sorprenda viendo cómo el edil ciclista se ha manejado en la EMT, como elefante en cacharerría, cambiándolo todo para que se notara su mano y porque si lo habían hecho los del PP mal estaría, con lo que ha conseguido un logro histórico y es que una empresa de transporte público funcionara mejor con un gobierno local conservador que con uno de izquierdas y nacionalista y verde y no sé cuantas cosas más. No tienen más que preguntar a los conductores para ratificar que el caos y el descontrol es la nueva seña de identidad de la EMT.
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