Quiebra agrícola en la huerta protegida
CUARTO MENGUANTE ·
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Han pasado tres años y medio de la aprobación de la Ley de Protección de la Huerta de Valencia. Resuenan todavía las solemnes proclamas políticas ... que se vertieron para celebrar su entrada en vigor: «Una ley para salvar la huerta de la especulación urbanística», «los propietarios que tengan campos abandonados quedarán obligados a alquilarlos para su cultivo»... Pero los pomposos objetivos chocan con la realidad. Lo que ya estaba en intensa fase de deterioro sigue en caída libre, no se ve ni por asomo nada que vaya en la línea de revertir la situación, ni siquiera de frenar el proceso, que parece imparable. Y para mayor escarnio, donde aún había vida y esperanza se multiplica la misma epidemia de abandono.
Ya estaba prohibido construir en la Huerta. ¿Una ley para reforzar tal intención? Bien, pero sería de esperar que sirviera para mucho más, ¿no? Si es que hay algo que hacer. No para impedir que se urbanizara más, que nadie que quiera a la huerta de verdad pretende tal cosa, sino para revitalizar la vida y la economía en ese espacio querido, que es la única forma de asegurar su mantenimiento.
Ayuntamientos de l'Horta Nord, que es la zona menos deteriorada, se quejan de forma persistente del proceso de abandono que se extiende por sus municipios. Se multiplican los campos abandonados, lo que genera un sinfín de problemas a quienes siguen cultivando los suyos y provoca un fenómeno en cascada que obliga a otros a dejarlo, por incapacidad de hacer frente a tantos factores en contra: incendios de malezas vecinas, plagas, animales que campan en los bancales incultos y se alimentan de los cultivados, robos que se concentran en las pocas parcelas productivas, escombros y basuras junto a caminos que llegan a quedar tapados, dificultades para mantener las redes de riego, imposibilidad de superar la creciente inviabilidad del minifundio aislado...
Da grima comprobar como lo que nació con las mejores intenciones zozobra en la práctica, porque el proceso de degradación avanza a pasos agigantados. Sólo hay dos pequeñas áreas, donde se da mayoritariamente el cultivo de la chufa, que quedan aún bastante a salvo, pero aún ahí empiezan a verse cierres de campos, parcelas incultas que avisan de que la espiral se agranda, la quiebra económica es evidente. No se construye, desde luego, pero tampoco progresa nada de lo que sería deseable. Y para mayor complicación, la ley impide realizar hasta actuaciones mínimas para poder rentabilizar explotaciones agrarias con vocación de pervivir. Ni poner paneles solares resulta fácil con la ley en la mano, en medio de campos desiertos, protegidos, pero convertidos en herbazales y vertederos. Una lástima.
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