Todos entendemos muy bien qué es la quimioterapia. La relacionamos sobre todo con el tratamiento del cáncer. Todos conocemos casos en nuestro entorno en los ... que las pautas de tratamiento, tras diagnosticarse algún tumor, siguen pautas más o menos similares, con distinto grado y combinación: cirugía, radioterapia, quimioterapia...

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Asumimos completamente la necesidad de emplear fármacos para reducir la enfermedad y alargar la vida. A pesar de que conocemos también la dureza de algunos tratamientos de quimioterapia, que dejan secuelas secundarias, predomina el buen criterio de salvar lo principal: la vida. En todo tipo de cáncer se ha avanzado muchísmo en las ultimas décadas gracias a las investigaciones para conseguir diagnósticos precoces y emplear medicamentos más eficaces. El resultado es muy notable: cada vez se curan más tumores, se reduce la proporción de los que se presentan con peor panorama y muchos de los que hasta hace poco suponían procesos fatales han pasado a contar con mayores esperanzas. Gracias a la ciencia. Y sobre todo, gracias a la química.

Porque somos quimica. Todo es quimica. En nosotros y alrededor. Y nadie desdeña curarse con productos fármacéuticos que entrañan complejas fórmulas químicas; ni tampoco se rechaza nuestra dependencia de la química en cuanto a la higiene personal y doméstica, con amplios arsenales en casa.

Lavamos la ropa y la vajilla con detergentes, echamos lejía en el inodoro, desatascamos el desagüe de la cocina con salfumán, nos duchamos con gel, embadurnamos el cabello con champú, nos ponemos desodorantes, utilizamos un amplio listado de artículos de cosmética y perfumería... Química.

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Y pese a lo evidente de todo ello, tendemos a preferir que los alimentos que comemos «no tengan química». Algo imposible, desde luego. Las plantas y los árboles necesitan nutrientes para crecer y dar frutos, y si las plagas atacan, precisan que el agricultor les aplique plaguicidas, como los usamos contra moscas o mosquitos. Los productos fitosanitarios componen la quimioterapia del campo, y no debemos tener ningún temor, y mucho menos en Europa, donde más control hay, porque esta quimioterapia también es necesaria para comer y vivir.

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