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Quioscos en Cuba

ARSÉNICO POR DIVERSIÓN ·

María José Pou

Valencia

Miércoles, 14 de julio 2021, 00:34

En Cuba no hay quioscos. No hay lugares a los que acudir para comprar la prensa. No se puede echar un vistazo a las portadas y decidirse por un periódico u otro, o por muchos. La razón es que solo hay un periódico. El oficial del régimen. El órgano de propaganda impresa que da la versión del poder. Pero ni siquiera es posible acudir a un sitio para adquirirlo. Lo venden por la calle y lo encuentras de casualidad. El periódico cuenta lo mismo que la televisión. Y la televisión es un viaje a otra dimensión donde suceden cosas que a nadie le importan mientras que las importantes son ignoradas. Solo hay dos tipos de noticias: las irrelevantes y las defensivas. Las primeras hablan de un encuentro entre el ministro cubano de Educación y el representante iraní sobre programas de educación física para adolescentes, mientras el mundo sufre una cadena de atentados terroristas en el centro de París. De eso no se habla. Las segundas son noticias que apuntalan un régimen en descomposición. Son las que pregonan las maldades de Estados Unidos hacia Maduro y muestran el apoyo de los agricultores de una determinada región a los hermanos venezolanos. De eso se habla. Y mucho. Aunque a nadie le importe de verdad, porque solo se hace para protegerse de una acusación de disidencia que puede hundir a cualquiera.

Para algunos, esto no es la descripción de una dictadura. La gente comparte el único punto de vista sobre la realidad por pura convicción, no por imposición. En Cuba nadie puede decir que Maduro es un peligro para toda América Latina, pero, según esas voces, es porque no es cierto, no por las consecuencias. En un grupo humano de millones de personas, todas piensan lo mismo porque han llegado a esa conclusión, oh, milagro, no por miedo. Incluso en el Día del Periodismo, la decana de la Facultad presume en la televisión de la libertad de prensa cubana. Libertad para escribir al dictado del poder. Seguramente la autoridad académica llega a ese diagnóstico por puro estudio y reflexión, no por coacciones ni autocensura.

Cuba es una pena en medio del Caribe. Es un escenario decadente donde la peor indolencia no es la que causa la humedad asfixiante sino la convicción de que nada cambiará por mucho sacrificio personal que se haga. En Cuba lo peor de la dictadura no es reprimir; es hacer creer que de nada sirve rebelarse. Por eso es tan importante lo que está sucediendo, porque puede tumbar la inacción desesperanzada. Y la obligación de las democracias y de la prensa libre es acompañar y apoyar una corriente de libertad imparable.

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