Mi afición por la lectura empezó, lo confieso, con 'Los renglones torcidos de Dios'. Su protagonista Alice Gould está magistralmente construida en las páginas del ... libro de Torcuato Luca de Tena como una mujer que, en esencia, está como una auténtica chocolatera cuya locura se manifiesta en un torrente de mentiras con las que construye su particular realidad. Como en la película que ahora han estrenado, el relato alimenta tus dudas sobre la certeza de sus sospechas, quieres creerla y hasta empatizas con sus ensoñaciones, hasta que al final, la realidad de todas sus mentiras se impone. Pero mientras llega el desenlace, conviven dos mundos antagónicos que se repelen como los polos de imán.

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Algo así pasa ahora. Estamos en el nudo de la novela donde dos realidades diferentes conviven. Uno, el mundo de Alice Gould -el de Pedro Sánchez y cia- y el otro el que habita la gente normal. El Gobierno defiende que ha bajado el IVA de algunos alimentos pero no se he notado absolutamente nada. Encierren en una sala a cien personas y pregunten si alguien ha percibido algo. Nadie levantará la mano.

Se ve que también, porque lo cuentan los medios de comunicación, ha bajado el precio del kilovatio-hora pero las facturas siguen siendo una tortura mensual. Dice, con la emoción contenida, la ministra Teresa Rivera que «todo es posible gracias al Gobierno» y yo la escucho como si me hablara en arameo una extraterrestre de piel verde.

La clavada semanal en el supermercado es de las pocas cosas ciertas -junto con la muerte- a las que sé con certeza que me voy a enfrentar. Sí o sí. A partir de ahí todo lo demás son incertidumbres que pueden esconder alguna sorpresa o incluso cierta transgresión o, si me apuran, cierta improvisación. Pero que me caen más de 100 euros a la semana si quiero rellenar humildemente la nevera, eso es una obviedad. Un fijo en la quiniela. Y eso que en casa, mientras el Gobierno se decide a bajar el IVA a la carne y al pescado, vamos camino de hacernos vegetarianos de congelador porque al final es donde encuentras productos con precios más cercanos a lo que era nuestra vida antes. Porque es ahora cuando el Gobierno, por poner otro ejemplo, ha empezado a contar a los parados que engrosan las listas de desempleo de otra manera. Si cambias la fórmula el resultado es distinto. Si no cuentas a los fijos discontinuos, y antes sí, te haces trampas al solitario para concluir otra realidad cargándote los pilares esenciales que debe tener un Gobierno: credibilidad y coherencia.

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Con todo, acumulamos demasiados episodios paranormales -es cosa de extraterrestres que Irene Montero siga siendo hoy ministra del Gobierno- en esta España nuestra que lo absorbe todo con la dignidad de gallo desplumado que sigue en pie a pesar de todo. Porque cosas raras pasan y muchas. Empieza a no haber nada normal. Porque ya me explicarán, por eso de relajar un poco y no porque haya perdido el Real Madrid, cómo es posible que la final de la Supercopa de España se juegue en Arabia Saudí. ¿Alguien lo entiende?

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