El rebaño de Joel y Héctor
EL ESTADO DE LA COMUNITAT ·
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Detrás de la falta de medios contra incendios viene el sufrimiento de seres de carne y huesoCasi tres años después del incendio que rodeó el pueblo, a los ojos de Joel se siguen asomando las lágrimas cuando temió perderlo todo: ... su rebaño, el redil, su casa. Casi tres años después de que cerca de 3.000 hectáreas del pinar más antiguo de la villa acabaran devoradas por el fuego, la voz del pastor continúa temblando cuando recuerda aquel día que pasó más de 24 horas luchando con tractores, arena, mangueras, cortafuegos hechos a azada y pañuelos humedos en la boca contra las llamas del incendio forestal que cercó Piqueras del Castillo. Casi tres años después de un siniestro provocado por los autores de un homicidio que prendieron fuego al cuerpo para intentar ocultar el crimen, la conmoción del incendio sigue presente entre el puñado de habitantes del pueblo.
Y mirando a los ojos de la gente es como uno se da cuenta de que detrás de la falta de despliegue de políticas de limpieza del monte, detrás de los recortes de brigadas forestales, detrás del retraso de aplicación de años de los programas de gestión de los bosques (circunstancias que en los últimos años se han producido aquí en la Comunitat), detrás de todo eso hay seres humanos que sufren. Historias de lucha para evitar que se tornen en humo vidas enteras en forma de propiedades, casas o rebaños que traen el pan de cada día.
En la misma plaza del pueblo donde empezó todo lo recordaba Joel. Al lado de Héctor, su hermano. Dos veinteañeros que mantienen viva la España vaciada. Dos veinteañeros que permanecen en un enclave amenazado por la despoblación. En esa misma plaza, un día de finales de julio de 2019, Joel alzó los ojos de la partida de dominó que jugaba en una mesa del bar, en la calle, para contemplar en lo alto del cielo una amenazadora nube de humo. Cómo, al correr por el camino de la piscina, avanzando hacia el paraje del Rueno se veía un monstruo de llamas. Joel aún parece respirar agitado cuando rememora que estuvo más de 24 horas luchando con todos los habitantes de Piqueras para detener el avance del fuego. El despliegue de los medios de extinción de incendios tardó, o no se consideró tan grave el siniestro, y muchos de los cortafuegos caseros, cortes en el campo con tractores y limpiezas a golpe de pala hicieron que las llamas avanzaran luego más lentas. Pero sobre todo Joel tiembla cuando recuerda que creyó que sus ovejas iban a morir abrasadas. Su pan de cada día. Cómo se planteó abrir el corral en el que estaban encerradas para que corrieran por el monte, que se salvaran aún a riesgo de perderlas. Sus ojos se humedecen cuando recuerda que tras más de 24 horas sin dormir, tuvo que irse a casa, agotado, mientras el incendio seguía activo. Relata cómo se encerró a oscuras, como se despertó casi gritando, con el olor a humo, la megafonía de la UME pidiendo a la población cerrar ventanas y la sensación de ir a morir calcinado. Cómo se levantó y vio en la plaza en la que jugaba al dominó todos los vehículos enviados por el Ejército para contener las llamas.
Cómo la unión de todo un pueblo suplió los déficits de la administración. Así que, cuando en los despachos se piense en recortar lo destinado a la lucha contra incendios, que sepan las muchas vidas que ponen en peligro. Cuando en las altas esferas se dejan de aplicar políticas de limpieza de los montes, que sepan que eso hunde más la tan hoy defendida España vaciada. Cuando no se invierte en estos territorios de los que muchos hay en el interior de Valencia, no pocos Joel y Héctor están más cerca de llorar por perderlo todo.
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