No sé cuánto dinero son 43.000 millones de dólares. No soy capaz de traducirlo a mi realidad económica. No sé qué se puede hacer ... con esa cantidad enorme. O mejor dicho qué no se puede hacer. Hubiese jurado que con esa cifra era posible alcanzar cualquier cima. No sé cómo alguien puede rechazar 43.000 millones de nada, qué sangre fría o qué rebosante cuenta corriente debe de tener para ver tantos ceros juntos y no caer rendido a ellos, o no sentirse en la obligación de aceptar una oferta de tal calibre. Sea apropiada o no, ese es otro cantar. Poder decir que no no es siempre opción.
Publicidad
Cuándo sería la última vez que Elon Musk fue rechazado. Que escuchó un no, si es que ha recibido más noes desde que es multimillonario. Uno no colecciona empresas para que le den un portazo a la mínima de cambio.
A qué estará acostumbrado alguien que dispone de 43.000 millones para hacer con ellos lo que ansíe, lo que le plazca. O eso creería. Qué pasa por la cabeza de quien posee un patrimonio de ese tamaño y se percata de que no siempre se consigue lo que quiere en el momento en que se le antoja y del modo en que lo ha planeado. ¿Para qué sirven 43.000 millones de dólares si no son para abrir puertas, todas las que desee, todas de las que se encapriche?
¿Cómo se siente alguien repudiando 43.000 millones? Decidiendo que no, apartando con rotundidad lo que le han puesto encima de la mesa. Sabiéndose con el poder de no tener que decir que sí. Porque ese es un poder, aunque no se aprecie lo suficiente.
Publicidad
Qué sensación recorre un cuerpo tras declinar todo ese dinero, tantos billetes, tras darse cuenta de que no lo necesita, tras preferir esperar algo mejor y dejar pasar ese ofrecimiento. ¿Qué números está acostumbrado uno a ver o gestionar para no dejarse impresionar por un puñado de millones? Cómo se tiene la voluntad y la seguridad de que llegarán otras cifras, otras propuestas, otras maneras de tratar de convencerlo aumentando cienes, miles si son precisos.
En qué instante se reconocen dos iguales, dos pavos reales que se saben con recursos similares para jugar al mismo juego y para no conmoverse ante un cheque en blanco. Qué tiempos se toman, qué reglas no escritas conocen, por qué códigos se mueven. Cómo de acostumbrado se ha de estar para ver 43.000 millones y no apresarlos a toda prisa, para ver 43.000 millones y no considerar problemático desprenderse de ellos.
Publicidad
Quién decide que 43.000 es poco. O es mucho. En qué realidad paralela algo que sirve para comunicarse con muy pocos caracteres y bastante mala leche logra un valor tan grande. O tan pequeño. Depende de quién lo mire. O cómo y cuándo lo mire, ya lo hemos comprobado. ¿Por qué 43 y no 44 o 42? ¿Hay una diferencia sustancial una vez se barajan y se entra en esas cifras desorbitadas?
Suscríbete a Las Provincias: 12 meses por 12€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.